Oportunidad. Emilio, don Rubén y el sacerdote Zeferino Soltero, fueron trasplantados con ayuda de la asociación Ale de Torreón.
Gracias a la donación de órganos, don Rubén Ramírez, Emiliano Morones, y el sacerdote Zeferino Soltero, tienen una nueva oportunidad de vivir. Ahora se han dado a la tarea de promover esta noble causa entre sus amigos, familiares, conocidos y desconocidos, para que historias como las de ellos, se repitan entre las miles de personas que aún están en espera de un trasplante.
LARGA ESPERA
Don Rubén, tiene 60 años y en unas semanas más, celebrará su nuevo cumpleaños. Y es que asegura que desde que le trasplantaron un riñón, volvió a nacer y ahora disfruta la vida al máximo.
Hasta hace unos años, se encontraba en la lista de espera del Instituto Mexicano del Seguro Social, en donde ocupaba entre los lugares 90 y 100 para ser trasplantado, "me decían, no pasarán más de cuatro años para que aparezca un donador", cuenta don Rubén.
Pero no fueron cuatro, ni cinco, sino seis los años que pasaron para que fuera trasplantado. La causa de su mal fue la alta presión, enfermedad silenciosa que no sólo le arrebató su tranquilidad, sino también a su familia, pero nunca la esperanza de recuperar su salud y vivir plenamente.
Durante ese largo período, recuerda que una de sus hermanas que vive fuera de la región Lagunera, le ofreció uno de sus riñones. Pero como su presión también estaba alta, se descartó como donadora, por lo que permaneció en la lista de espera del Seguro Social. "Cuando me diagnosticaron insuficiencia renal pesaba 78 kilos. En ese lapso me fui adelgazando porque yo tiraba la proteína, me fui adelgazando hasta que llegó un momento en que no podía caminar, me empezaron a dializar y no me podía ni sentar".
Rubén cuenta que se negaba a dializarse, porque se resistía a que fuera "agredido" su cuerpo, pero fue una de sus hijas la que lo motivó a seguir luchando por vivir.
Y es que su hija menor estaba por cumplir 15 años, y tajantemente le dijo "papi, yo quiero fiesta, no un funeral", fueron entonces esas palabras lo que lo motivaron a aceptar las diálisis para mantenerse estable mientras un riñón aparecía.
Las diálisis fueron primero manuales. Su esposa siempre estuvo a su lado para ayudarlo. Cada dos horas debía dializarlo, pues aunque el Seguro Social les entregó un equipo muy moderno, su esposa no sabía manejarlo. Pero cuando lo logró, era conectado a una máquina desde las 11 de la noche y hasta las ocho de la mañana del día siguiente, era desconectado, mientras tanto debía permanecer quieto.
"Yo estaba desesperado porque parecía yo un cadáver. Ya me veía en el espejo y no me conocía, tenía los ojos sumidos, tenía un color verde gris. Pero un buen día, nos dijeron que había una oportunidad de trasplante en el Hospital Universitario, que era más probable el donador, y de todos modos nosotros con qué lo íbamos a pagar", cuenta don Rubén.
A partir de ese momento comenzaron a buscar ayuda y fue cuando acudieron a la asociación Ale para poder solventar parte de los gastos de la intervención. Ahí le indicaron todos los requisitos que debería cumplir.
Aquel tiempo de espera, se acordó a unos meses. En cuanto apareció un donante, hasta las puertas de su hogar le informaron que ya se contaba con un riñón para ser trasplantado. Se trataba de un joven que presentaba muerte cerebral, tras sufrir un accidente automovilístico "es lo único que sé de él", recuerda con emoción.
Para cubrir los gastos en el hospital, la asociación Ale lo apoyó con 80 mil pesos, lo que lo convertía en el primer paciente en recibir la más alta ayuda en la historia de la asociación.
Sólo bastaron unas semanas para que la salud volviera a su cuerpo y la tranquilidad a sus familiares. Ahora, don Rubén disfruta cada día de su vida al máximo, pero siempre teniendo las precauciones necesarias indicadas por los médicos, a fin de mantenerse activo. Desde entonces, no hay día de su vida que no agradezca a Dios por esta oportunidad de vida, y sobre todo a su familia quien siempre estuvo "al pie del cañón" para mantenerlo con esas ganas de vivir que contagia al contar su historia.
SIEMPRE CON FE
Zeferino Soltero, es sacerdote católico. Hace un año y cinco meses recibió el hígado de un joven que tuvo muerte cerebral; una mala aplicación de un medicamento le generó hepatitis autoinmune, que es la inflamación del hígado que ocurre cuando las células inmunitarias confunden a las células normales de este órgano por invasores dañinos y las atacan.
Fue en 2007 cuando le diagnosticaron este mal y sólo le daban un par de años de vida, ya que era muy severo el daño, incluso más que la cirrosis. "Me decían que me preparara", recuerda el padre católico.
Durante seis años luchó contra la enfermedad y sus efectos secundarios, como los fuertes dolores de cabeza que lo hacían perder el conocimiento, y en ocasiones, no saber quién era y agredir a todo aquel que se le acercaba para ayudarlo, "despertaba después de dos o tres días, amarrado en una cama de hospital, por lo agresivo que me ponía", cuenta Soltero.
De esos seis años de larga espera y dolorosa para sus familiares y para su comunidad, tres los pasó en un hospital, en espera de su muerte. Y es que de acuerdo con los médicos que lo atendían, no le daban más esperanzas, pues a diferencia de la cirrosis, que sólo requiere de un fragmento para sanar, él requería de todo el hígado para sobrevivir.
Fue en la ciudad de Guadalajara donde pasó esos años, en espera de un donante. Recuerda que cuando por fin apareció el donante, al tenerlo ya casi en el quirófano, le informaron que se trataba de un hígado graso, el cual sólo le serviría por dos años, por lo que fue descartado. Las semanas pasaron y un nuevo donante no aparecía.
Un día recuerda que el médico le decía que se prepara, que no había más posibilidades de superar su enfermedad, por lo que si deseaba terminar en casa, que se regresara a su ciudad. Al pensar en su regreso, ese mismo día apareció un donador. De inmediato lo prepararon y realizaron la intervención. Ese día, volvió a nacer.
Ahora su vida la disfruta con normalidad, sólo con algunos medicamentos que deberá tomar por el resto de su vida, a fin de evitar complicaciones.
Siendo un hombre de fe, asegura que en ningún momento la perdió, "gracias a Dios nunca me desesperé. Lo que me daba era tristeza era ver a mi gente sufrir. Eso me daba tristeza, nunca quise demostrarles que me dolía".
El sacerdote da un mensaje a los fieles: "Si creemos en Cristo, que la resurrección está en el alma no en el cuerpo. La religión no está en contra de la donación, porque es salvar una vida".
A DISFRUTAR LA VIDA
Emilio Morones, a sus 18 años de edad, fue diagnosticado con Teratocono, enfermedad ocular que afecta la estructura de la córnea, el tejido transparente que cubre la parte frontal del ojo, padecimiento que le impedía seguir con sus estudios universitarios, que recién había comenzado."
"Me hice los estudios que necesitaba y me dijeron que necesitaba de un trasplante de córnea", cuenta el joven estudiante, quien a fin de conocer más de su padecimiento y posibles alternativas de solución, comenzó a investigar.
También ingresó a la lista de espera del Seguro Social, la cual para él parecía interminable. Fue sus deseos de seguir con su vida, lo que lo motivó a buscar alternativas de ayuda, por lo que acudió a la asociación Ale.
Fue cuestión de algunos meses, para que Emilio ingresara a la sala de operaciones para practicarle un trasplante de córnea. La fundación, le aportó 15 mil pesos del total de su cuenta.
Ahora, se encuentra en espera nuevamente para otro trasplante de córnea, ya que el otro ojo también presenta las mismas condiciones. Hoy confía en que todo saldrá con éxito como en su primera intervención.
Emilio, ahora se encuentra por terminar sus estudios y para ello cuenta con el apoyo de su esposa Blanca, y de su pequeño de tan sólo un año y cinco meses de edad.
DAN UN MENSAJE
Emilio, el padre Zeferino Soltero y don Rubén piden a la comunidad a sumarse como donadores de órganos, a fin de dar vida a todas aquellas personas que requieren de un trasplante para tener una vida de calidad, y sin dolor.
"Es como volver a nacer, es una fecha más para celebrar, es una oportunidad que nos da Dios de vivir", dice emocionado don Rubén, quien insiste en promover la cultura de la donación, "es dar vida aún después de la muerte".
AÑOS
De vida le daban al Padre Zeferino