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Seducción, cooptación y embute: lecciones de la 'Tutoteca'

Atando cabos

DENISE MAERKER

Nunca antes un narcotraficante en México había imaginado y llevado a cabo una estrategia de poder y comunicación como la que puso en práctica Servando Gómez "La Tuta" en Michoacán. No sólo sentó a medio estado en su mesa sino que previsoramente guardó un registro en imágenes de cada una de estas reuniones. Ya vimos a empresarios, a alcaldes, a exalcaldes, al secretario de gobierno y gobernador interino, al hijo del gobernador y ahora a periodistas.

En Tamaulipas y en Veracruz, "Los Zetas" y el Cártel del Golfo acallaron cualquier asomo de actividad periodística vía el terror. Lo hicieron amenazando, secuestrando y matando periodistas. En Michoacán, en cambio, Servando Gómez "La Tuta" estableció con los poderes legales y fácticos una relación que recuerda mucho al viejo régimen priista: seducción, cooptación y embute. Y si lo anterior fracasaba: la violencia.

Servando Gómez se imagina(ba) y se comporta(ba) como un hombre de poder y no sólo como la cabeza de un grupo criminal. Que fueran las actividades delincuenciales (secuestro, extorsión, homicidio y narcotráfico) lo que le dieron recursos -dinero y poder de coerción- para convertirse en factor de poder, parece que a sus ojos, era un mero accidente. Por eso lo vemos cual padrino político rodeado en una mesa por un alcalde, varios funcionarios y empresarios locales dando lecciones de política, asegurando carreras y descartando candidaturas. O se graba repartiendo una herencia familiar y haciendo hincapié en que es gracias a su intervención que se está reparando una injusticia. En el más reciente se sienta con periodistas para quejarse por la injusta y sesgada cobertura de los medios. En el colmo, se lamenta de que una entrevista suya no se haya hecho pública y se pregunta: ¿qué ley impide que un periodista entreviste a un narcotraficante? A lo que sus acompañantes responden compungidos diciendo: que en México nadie cumple la ley.

Las reuniones entre "La Tuta" y sus invitados son tristes en sí mismas: un delincuente confeso de indiscutible reputación y perseguido notoriamente por las autoridades federales es capaz de sentar a su mesa a los hombres con poder económico, político y mediático de su estado sin que éstos presenten denuncias por haber sido forzados a hacerlo, ni siquiera el secretario de gobierno o el hijo del gobernador. Pero aún más triste y envilecedor (para todos) es ver los esfuerzos que hacen sus "invitados" para agradarlo. Rodrigo Vallejo no sólo se toma una cerveza en su compañía sino que se apresura a informarlo sobre la salud de su padre y le da información sobre el balance de fuerzas dentro del gabinete. El alcalde de Lázaro Cárdenas y sus amigos lo escuchan atentos, se ríen de sus chistes y le festejan los comentarios. Ahora vimos a periodistas pedirle permiso para ofrecerle asesoría en materia de comunicación. ¿Sólo el miedo lo explica?

"La Tuta" se creyó político y pensó que tenía derecho de intervenir en las decisiones de los michoacanos. En ningún momento se le ve consciente del daño que hace ni abochornado por la manera en que obtuvo el dinero y el poder. Es lo normal, parece decirnos con cada uno de sus gestos y en cada una de sus intervenciones. -Los demás no son mejores-. Es muy perturbador. Y lo es más que quienes se sentaron con él le hayan reconocido esa calidad: la de un hombre con poder, como otros, al que se le trata con deferencia.

El problema de Michoacán, como la "Tutoteca", no parece tocar nunca el fondo.

Además...

No sólo mostró vocación de poder Servando Gómez cuando sentó a sus invitados en una mesa y los grabó, quien sea el que está administrando la "Tutoteca" hace gala también de un fino olfato político.

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