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'Dinho' hace de las suyas con Chivas

El brasileño festejando su primer gol en la Liga MX. (EFE)

El brasileño festejando su primer gol en la Liga MX. (EFE)

EL UNIVERSAL

Esa sonrisa de dientes prominentes es la fachada perfecta para la alegría que el futbol le produce. Ha llegado a México con 34 años de edad. Una vida entera dedicada a este deporte. Es feliz con la pelota y hace felices a quienes lo ven con la redonda en los pies. Ronaldinho es un jugador de otra galaxia. Se para en el Estadio Omnilife con autoridad suficiente para conducir la victoria del Querétaro, por 4-1, sobre Chivas.

En sus piernas habita la magia. Es un imán que a punto está de llenar la casa del Rebaño Sagrado. Es recibido por una estruendosa afición de la afición que en teoría debería ser su rival. Y el brasileño no tarda en mostrar su brillo. Decían, cuando fue contratado por los Gallos Blancos, que ya no es el mismo que ganó el Balón de Oro y conquistó todo con el Barcelona. Pero su esplendor es incuestionable.

Minuto 4. Ronaldinho pisa la pelota en medio campo. Toca suave y al espacio. Genial. Deja solo a Camilo Sanvezzo, que se quita al arquero Antonio Rodríguez tras un rebote que le queda para disparar al arco. Sobre la línea de gol, Carlos Salcido desvía con la mano. El árbitro Luis Enrique Santander decreta la pena máxima y expulsa al rojiblanco.

No hay duda de quién habrá de tirar desde el manchón. Ronaldinho acomoda la redonda. Durante su debut en Copa MX ya falló un penalti ante Tigres. Hoy cambia de técnica. Pierna derecha. Mágica. Un toque a la red. Al costado izquierdo del arquero, que se tiende en dirección contraria. Gol del brasileño, al ‘5. El primero que hace en México.

Tras el abrazo de sus compañeros, que regresan a medio campo, el brasileño se queda cerca de la línea lateral. Baila. Es la samba del éxito. Sonríe y exhibe esa inconfundible dentadura. Esta feliz. Porque el futbol le genera eso, sin importar cuántos años haya pasado pateando un balón. La algarabía de este juego, en sus pies, es eterna.

Con un hombre menos, el Guadalajara está contra la pared. Sin embargo, el esfuerzo permanece. Una pelota larga de Ángel Reyna es peinada por Omar Bravo, que deja solo a Aldo de Nigris. El regiomontano no atraviesa su mejor momento. Es evidente. Le falta confianza. De frente al arco, suelta un derechazo demasiado cruzado, que se va por un lado, al ’14. Cinco minutos más tarde, el atacante se lesiona y se va del campo para dejar su lugar a Carlos Fierro.

Esta tarde, el show se lo roba el ex futbolista del Barcelona. El tiro de esquina desde el costado izquierdo es prolongado por Mario Osuna. Llega hasta el sudamericano, que intenta una chilena. Conecta, pero se va por encima, al ’34. Tiene mucho futbol y al Querétaro, por lo pronto, ya le ha cambiado la cara.

El Rebaño Sagrado intenta, con lo que tiene y como puede. Carlos Fierro remata de aire, pero por encima, al ’37 y en la agonía de la primera parte, de nuevo el joven delantero rojiblanco aparece en el área para perseguir el esférico, cae al césped y reclama una pena máxima que no se decreta. La ventaja al descanso es para los Gallos Blancos.

Ronaldinho hace lo que quiere y lo hace siempre bien. Se mueve con libertad. El técnico Ignacio Ambriz no le establece una posición fija. Sabe que el brasileño siente el futbol de una forma distinta. Por eso pisa el terreno que más se le antoje. Y aunque suene repetitivo, siempre lo hace bien.

Al ’52 devuelve una pared con el pecho y genera una oportunidad que concluye él mismo con una chilena. Hay aplausos. Cuatro minutos más tarde, recibe de espalda al arco y con tres rivales encima, se da la vuelta para tocar a Sanvezzo, quien remata de zurda, para que “Toño” Rodríguez se tienda y tape.

Chivas no sabe cómo controlar su calidad. Una más. Desde el centro, levanta la mirada. Toca por abajo. Preciso. Exacto. Perfecto. Camilo Sanvezzo persigue la redonda y ante la salida de Antonio Rodríguez, define para el 2-0 de los Gallos Blancos, al ‘70. No es suyo el gol, pero lo ha puesto. Sonríe. Es feliz, como siempre.

Para entonces, el Guadalajara ha perdido lo que le quedaba de ánimo. Es un equipo desconcentrado. En shock permanente por un talento que sobrepasa todo lo que habitualmente se observa en campos mexicanos. William da Silva prueba suerte de muy lejos. Un disparo controlable. Pero Antonio Rodríguez falla de fea forma. Se come el 3-0 del Querétaro, al ’75.

Cuando la pizarra electrónica muestra el número 49, la tribuna del Omnilife se pone de pie. Es enorme la ovación para Ronaldinho, que abandona el campo al ’77, en medio de aplausos. Sonríe. Ha cumplido su misión: ha sido feliz con el balón en los pies y ha hecho felices a quienes le han visto regar el césped con su magia. El brasileño responde con una sonrisa y palmadas dirigidas a la afición que se rinde ante él.

El resto sólo completa el marcador. Giovani Hernández Neri marca un golazo de tiro libre. El 3-1 que acorta distancias al ’84. Parece lo que llamaban “el tanto de la honra”, pero ni eso le queda a Chivas. Othoniel Arce, en la última jugada del encuentro, dispara de lejos, pegado al poste, de nuevo con cierta colaboración del arquero local, aunque no tan grave como minutos atrás. El 4-1 definitivo para un Querétaro que ha sufrido drástica metamorfosis con su refuerzo de lujo.

Ronaldinho es un show aparte. Vive de y para este juego. Es un lujo para el balompié mexicano. Goza de este deporte con su inconfundible sonrisa. Es feliz en la cancha. Y hace felices a quienes lo ven. Ronaldinho es futbol.

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Escrito en: Gallos Blancos

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