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¿Es posible educar las actitudes?

ROLANDO CRUZ GARCÍA
"Educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar se necesita saber, pero para educar se necesita ser"

Quino

En educación, cada vez más nos aproximamos a puntualizar lo que son las actitudes y por qué son tan difíciles al momento de abordarlas dentro de un proceso de enseñanza y aprendizaje; de ahí que la pregunta que nos salta es, las actitudes ¿se educan? La respuesta es afirmativa, ya que toda actitud procede de un proceso cognitivo y tiene una raíz que es cognitiva también. Es decir, las actitudes se aprenden y por lo tanto tienen como principio fundamental, el uso de la razón.

De aquí que las actitudes conlleven un componente pedagógico, por lo que podemos afirmar que los comportamientos se enseñan, que tienen un ingrediente didáctico y que pueden a mediano plazo educarse. Sin embargo, es básico entender que no pueden ni deben tratarse solamente desde lo conceptual o declarativo, ya que nos quedaríamos (como muchos profesores lo hacen) sólo en la definición de la actitud.

Para poder formar actitudes, es necesario pasar de la definición y el concepto a las otras dos dimensiones que permiten complementar y llevar dichos comportamientos al plano de lo concreto: primero la predisposición ante las actitudes, es decir, lo que haríamos cada uno de nosotros ante dicha actitud; me explico: una cosa es la definición de "puntualidad" por ejemplo, y otra es todo lo que haríamos para lograr tal comportamiento (levantarnos más temprano, bañarnos más rápido, cambiarnos de la misma manera, salir pronto hacia donde debemos estar, etcétera). La segunda dimensión la constituye la acción, es decir, lo que realmente hacemos al poner en práctica dicha actitud; para nuestro ejemplo, ser puntual es simplemente serlo, ni cinco minutos antes, ni cinco minutos después. Es estar a la hora a la que nos comprometimos.

Cuando de educar actitudes se trata, es importante aceptar que no todos los métodos y las técnicas que podemos usar son y serán eficaces para un grupo o escuela, para un medio urbano o rural. Sin embargo, en todos los casos existen tres vías que nos permiten llegar a formar actitudes: la motivación, la imitación y la actuación; me permitiré por cuestiones de espacio desarrollar brevemente cada uno de los aspectos o métodos mencionados.

En lo que a motivación se refiere, las actitudes crecen, se adhieren, se arraigan y se consolidan principalmente por la fuerza del deseo, la intensidad de nuestro afán y por el interés; todas estas cualidades son imprescindibles para esculpir en nosotros, los rasgos propios de cada actitud. El ánimo personal e intrínseco, nos permite asimilarlas más rápidamente, con cierta eficacia y profundidad, por lo que el éxito dependerá de nuestro deseo de lograrlas. Esta es la tarea prioritaria del profesor: despertar el interés y el deseo en el logro de las actitudes, de ahí su dificultad, de lo complicado que es motivar a los desmotivados.

Respecto a la imitación, es importante puntualizar que las actitudes se adquieren por repetición de modelos que provienen de una educación tradicional y que han sido retomados en la actualidad con rigor científico y sistemático. Surgen de la influencia decisiva de las "identificaciones paterna y materna en el niño" (S. Freud), fundamentales para la formación de las primeras actitudes infantiles. Posteriormente será el grupo de amigos el modelo determinante de su comportamiento. Finalmente será la sociedad en su conjunto el modelo conformador de las actitudes en la persona; es aquí donde la escuela interviene moldeando las actitudes deseables para la vida y el trabajo.

En lo referente al tercer modo, la actuación, existen dos líneas básicas: la cantidad de puestas en acción de las actitudes y la calidad de las mismas. Sabemos ahora que las actitudes se generan por los actos de la persona y no se generan por un solo acto sino por muchos de ellos; de tal manera que los sujetos necesitan de una larga secuencia de actuaciones que arraiguen los hábitos y las actitudes, de forma tal que los vayan configurando. Respecto a la calidad de dichas acciones, los profesores tenemos la tarea de diseñar acciones que nuestros alumnos realicen repetidamente hasta lograr actitudes con calidad humana, personal y/o profesional.

Tarea aparte la constituye la evaluación de las actitudes, que definitivamente no puede realizarse con una prueba objetiva o con un examen escrito, sino que deben de buscarse técnicas e instrumentos que permitan dar cuenta de lo que el estudiante logra con respecto a sus comportamientos; evidenciar actitudes aprendidas no es tarea simple, pero se pueden recabar evidencias a través de guías de observación, listas de cotejo, rúbricas, dramatizaciones, etcétera.

Como podemos observar, formar actitudes se convierte en la más alta meta de todo proceso educativo y debe ser el resorte que nos impulse a aprender todo lo demás; sin actitudes adecuadas, es prácticamente imposible lograr el éxito personal, escolar y profesional.

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