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'Robar un libro no es robar'

EN ENTREVISTA, MANUEL PEREIRA HABLA SOBRE LA INFLUENCIA DE LA REVOLUCIóN CUBANA EN SUS OBRAS

Obras y más. Manuel Pereira, escritor cubano habla en exclusiva sobre la influencia de la Revolución cubana en sus escritos.

Obras y más. Manuel Pereira, escritor cubano habla en exclusiva sobre la influencia de la Revolución cubana en sus escritos.

ANGÉLICA LÓPEZ GÁNDARA

El sábado 16 de agosto, en el DF, Manuel Pereira -escritor cubano, naturalizado español en 1993- me concedió una entrevista. Creí que iba preparada: había leído su blog, entrevistas y sus libros: El Ornitorrinco y otros ensayos donde aprecié su erudición; su novela, Un viejo viaje, en la que vi el dolor y la confusión de un hombre antes del exilio y Mataperros, cuentos inspirados en su niñez, llenos de nostalgia, sin embargo, al momento de la entrevista sentí que no sabía nada. Discípulo de José Lezama Lima, amigo de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Alejo Carpentier y Eliseo Alberto, entre otros, Manuel Pereira es, además, un hombre amable y generoso.

Al llegar a su departamento situado en "Mixcoac, patria chica de Octavio Paz", como me dijo al preguntarle su dirección, me sentía privilegiada de conocer a un autor del que había apreciado las huellas intelectuales de "Diez mil años de literatura" (título de una entrevista que él le hizo a García Márquez). E igualmente, me emocionaba palpar las huellas físicas de su amistad con grandes escritores: fotografías, cartas, autógrafos… En especial, me entusiasmaba ver la edición de Rayuela que contenía dos dedicatorias. La primera, la fantasía de una autodedicatoria en la que Pereira imitaba la firma de Cortázar: "Al joven novelista Manuel Pereira" (La Habana, 1969) y la dedicatoria real, la del propio Julio Cortázar, que dice: "Esta dedicatoria invalida la de la página siguiente, salvo que mantiene la amistad y le agrega el gran afecto de Julio". (La Habana,1980).

Guiada por la calidez de Patricia, su esposa mexicana, llegué a su departamento, nos sentamos en la sala y comenzamos la entrevista.

→ Maestro Pereira, en su literatura hay mucho de su ideología política. ¿Qué representa para usted?

Para mí la literatura es una especie de sacerdocio, es casi una religión. Pero me interesan los temas sociales, así que la ideología política resulta de la lucha de clases, como la describió Marx. Es una lucha permanente y constante a lo largo de la historia, en todos los países, sin excepción. Yo viví eso entre los diez y los doce años, desde las posiciones de Castro. A esa edad no sabes nada, te ponen en el disparadero, te suben a un camión y te dan una ametralladora, o un uniforme de alfabetizador, y te dicen lo que debes de hacer.

→ ¿Qué cosas buenas trajo la Revolución Cubana?

-Hubo un buen nivel de instrucción pública durante muchos años. Pero eso ya no existe. Porque toda esa relativa bonanza se debía al subsidio soviético. Se debía a una ayuda descomunal de muchos miles de millones de dólares, no al resultado de la productividad nacional.

→ ¿También China subsidió a Cuba?

-No. Aunque un poco, al principio. Pero como a Fidel le gusta mucho injuriar; insultó a Mao y se acabó. Así que fue la Unión Soviética la que, durante treinta años, enviaba barcos con armas, trigo, combustible, maquinaria, ropa… Por eso fue posible establecer un sistema educacional bastante sólido y que, comparado con América Latina, era muy superior. Recuerda, hay tres niveles: primero está la instrucción pública, luego viene la cultura y, después, la erudición. En Cuba era buena la instrucción y había cierto nivel cultural, allí había un Instituto del Libro, una Casa de las Américas y una serie de instituciones oficiales que publicaban libros buenos, de García Márquez, Carpentier, Carlos Fuentes. Pero Borges no, él estaba censurado. Igual que Vargas Llosa. La Biblia y Freud, también censurados. Eso es cultura a medias, o sea cultureta censurada, y no propicia el verdadero mejoramiento humano del que hablaba Martí. Por supuesto, así no se llega a la erudición. El camino de la erudición es durísimo, hay que ir escalón por escalón, como los aztecas escalando la pirámide del sol para alcanzar la cima; llegas con la lengua de fuera. Para llegar a la erudición no hay ascensores.

La buena instrucción de Cuba se ha evaporado de unos quince años para acá. Cuando uno entra a un chat cubano y ve tantas faltas de ortografía, se da cuenta de eso. El nivel que se alcanzó en los 80 se ha perdido. Ahora no hay papel para publicar libros, antes los tirajes eran de 50 mil ejemplares y los precios eran regalados. La gente leía. El país está en crisis, Raúl Castro lo dice públicamente. No lo tengo que decir yo.

→ Leí que, de niño, usted robó el libro de Julio Verne, Aventuras de un niño irlandés, que por esta razón lo llevaron a la jefatura de policía y que para liberarlo, su papá inventó una frase que le adjudicó a Martí, ¿cuál fue la frase?

Él dijo dos frases en ese discurso frente a los policías de Batista. Allí en las oficinas de la cárcel donde, curiosamente, mucho antes estuvo preso Martí. Me robé el libro cuando tenía nueve años, en la librería más grande de Cuba: "La moderna poesía". Lo vi y me gustó la portada. Luego me lo metí debajo de la camisa. Estaba junto con otro niño que también estaba robando en otra tienda enfrente. Los dos salimos corriendo. A mí me atraparon a la vuelta de la esquina. Me jalaron de la oreja y me llevaron a la policía. Estaba asustado. Desde el vestíbulo podía ver a los presos tras los barrotes. Me preguntaron mi nombre y, como me llamo igual que mi papá, enseguida fueron por él, se encontraba a doscientos metros en un bar. Mi papá hacía sándwiches y algunos de sus clientes eran policías. Ya en la jefatura habló con el librero que quería dinero porque el libro que se había estropeado al caer al suelo sucio durante mi carrera. Pero de pronto mi papá se subió en una silla y empezó a soltar un discurso. Él era medio analfabeto, escribía con muchas faltas de ortografía, pero tenía el don de palabra, era del sindicato gastronómico, era un luchador social y estuvo preso un par de veces. Esa es mi parte de izquierda. Tengo también mi zona de derecha, la heredada de mi madre aristocrática. Yo soy el compendio de los dos. En el discurso mi padre citó a Martí: "Para ser libres se necesita ser cultos", esa frase ha regido toda mi existencia hasta hoy. Él siguió con su perorata y agregó: "Y Martí dijo, que robar un libro, no es robar". Esa frase no la dijo Martí, la inventó mi papá. Papá pagó el libro y me enamoré de la obra de Julio Verne. Mi madre se avergonzó mucho y me fue comprando poco a poco todos los libros de Verne. Entonces me convertí en un lector voraz.

→ Usted mantuvo una relación epistolar con Marguerite Yourcenar, ¿qué influencias femeninas ha habido en su literatura?

-Cuando conocí -literariamente- a Marguerite Yourcenar yo ya estaba formado. Mi influencia literaria es de Lezama Lima. No significa que yo escriba como él, él fue mi guía en la selva de los libros, digamos. Después está Alejo Carpentier, Cortázar y García Márquez. Tengo la influencia de estos cuatro hombres porque los traté mucho, llegamos a ser amigos.

Yo establecí una relación epistolar con Marguerite Yourcenar, pero no llegué a conocerla. Ella fue una revelación para mí, un fogonazo, un resplandor. Porque yo no había leído a ninguna mujer que me convenciera, hasta que me topé con su obra. Estoy hablando de narrativa, porque poetisas hay muchas y muy buenas, desde Safo de Lesbos para acá. Cortázar fue el primero que me habló de Yourcenar. Luego leí a Selma Lagerlöf y a Karen Blixen, otras dos escritoras poderosísimas, a las que añadiré a la mexicana Nellie Campobello. Estas escritoras que te digo son la fuente viva de su propia obra. A Marguerite le escribí y tuvo la amabilidad de contestarme.

Yo digo que tuvimos un amor epistolar -aunque era mucho mayor que yo-, pero murió antes de que pudiera conocerla. Esa mujer era y es genial. Ella no era una mujer que escribía para las mujeres, ella escribía para los dioses. La literatura no tiene sexo, no se divide en masculina o femenina, sino en buena o mala. Ella no es una influencia literaria en mí, pero sí lo fue en la escala de la erudición, ésa fue la lección que recibí de Marguerite Yourcenar.

Por otra parte, las influencias femeninas más importantes son mi madre y mi abuela. Mi madre no era literata, era costurera, pero sí leía mucho, cada noche antes de quedarse dormida. Yo la veía dando puntadas, con mucha seriedad, muy concentrada, en su Singer. En cierta forma yo hago costuras cuando escribo, doy pespuntes y hago dobladillos, bordados. Hago cosas que aprendí con ella, viéndola. Mi madre me enseñó el arte y la belleza. Ella tenía las paredes de la casa llenas de reproducciones de pinturas de Renoir con mujeres desnudas o semidesnudas. Mi madre era una esteta sin saber que lo era. Todo en ella era refinamiento.

La otra mujer de gran influjo en mi vida fue mi abuela, que era una aldeana española analfabeta que emigró a Cuba en 1926. Era maga, bruja, ("meiga" en gallego) pues hablaba a solas con el fuego de sus fogones y, de niña, saltaba las hogueras en la Calle de los Pulpos, allá en Galicia, en las noches de San Juan. Ella me transmitía la magia ligada a la cocina gallega, los potajes, los calderos, las fabadas, los cuentos de fantasmas y de hombres lobo deambulando por los bosques de Galicia. Eso encendió mi imaginación cuando yo era un niño, pues pasé gran parte de la infancia con ella.

Así que las dos mujeres que más influyeron en mí no son escritoras, pero sí eran entidades poéticas y mágicas: hadas o musas.

→ ¿Dios tiene algo que ver con la experiencia humana?

-Yo soy gnóstico. Aclaro, no agnóstico. Busco llegar a Dios a través del conocimiento. Aunque los gnósticos no decimos Dios sino Pleroma. Yo fui ateo un tiempo. En Cuba era obligatorio. Los gnósticos pensamos que el mundo está regido por el Demiurgo, un dios subalterno. Lezama, Borges, Youcenar eran gnósticos. Muchos grandes escritores han sido gnósticos. Yo no digo que sea el conocimiento el único camino para llegar a Dios, pero es el que yo escogí. Porque hay quien tiene fe ciega y va a la Villa de rodillas y con una piedra en la cabeza, ellos son felices; hay que respetarlos. Pero ése no es mi sendero. Mi sendero es la gnosis.

→ Por último, Maestro, ¿cuántos idiomas habla?

-Francés, italiano, gallego, portugués, ruso, aunque el ruso se me olvida, lo hablo sólo si estoy en Rusia, sobre todo si hay mujeres, entonces me vienen las palabras (risas). Leo el inglés sin problemas, hablarlo es harina de otro costal, necesito práctica.

Después, me mostró fotografías y la dedicatoria de Cortázar en su ejemplar de Rayuela. Vi el "paramecio" que aparece como leitmotiv en su novela Un viejo viaje y que no es otra cosa que la medida del pie de su madre que él llevaba a sus viajes para comprarle zapatos. La plantilla de papel tiene unas inscripciones: "número 37, negro, medio tacón o sin tacón, más estrecho que esto no lo resisto". Luego, nos despedimos con la promesa de volvernos a encontrar.

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Escrito en: MANUEL PEREIRA

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