El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.
-Señor -le dijo-. Hice poner hermosos vitrales en la capilla, pero nadie parece haberlos visto.
-En efecto -le contestó el Señor-. Nadie ha visto tus vitrales.
-¿Por qué, Señor? -se quejó el padre Soárez-. Sus colores son preciosos, y bellos sus dibujos. ¿Por qué nadie los ve?
-Porque no has encendido una luz interior en la capilla -le respondió Jesús-. Sin esa luz los cristales son materia opaca cuyos matices no se muestran. Igual sucede con los hombres. Pueden estar llenos de buenas cualidades, pero no servirán de nada si ellos no ponen dentro de sí una luz. Esa luz es el amor, el bien. Sólo poniéndolo al servicio de nuestros semejantes brillará nuestro vitral.
El padre Soárez entendió lo que el Maestro le decía. Encendió una luz en su capilla, y otra en su corazón.
¡Hasta mañana!...