Suicidio
El suicidio no es un acto de valor o de cobardía, porque es como si la vida la calificáramos de la misma manera; el suicidio es simplemente un acto de una persona que atenta contra su propia vida; de una persona en condiciones de soledad y de abandono, que está ausente de Dios.
El suicidio ha sido tema de siempre y tan variadas las formas como los tiempos. No creo que los expertos ni los estudiosos de la conducta humana sepan los motivos por los que un ser humano va al encuentro de su muerte. Se tienen deducciones de las causas por los patrones de comportamiento previo a un suicidio, mas no se sabe con precisión por qué ocurren, nadie ha regresado para contar su experiencia.
Los suicidas fallidos en realidad no quieren morir, sólo quieren llamar la atención y cuando alcanzan su muerte, es por mero accidente. Los suicidas auténticos no tienen necesidad de advertirle a nadie que se quieren ir, no se despiden de nadie y viven una vida normal hasta que deciden tomar su decisión rápida y fatal. Los suicidas verdaderos saben y hacen lo propio, para terminar en un solo intento, los fallidos lo hacen con recursos no tan definitivos.
Lo cierto, es que en los suicidas hay sufrimientos, rencores y sentimientos incomprensibles y un vacío muy grande, difícil de llenar. Para ellos, es la mejor manera de rebelarse ante lo que consideran imposible, ante puertas cerradas, ante la oscuridad. Se tienen motivos; sí, pero no deberían ser suficientes para atentar contra una vida, desafortunadamente son motivos personales muy íntimos que ni siquiera un mensaje póstumo tiene luz de verdad.
Creo que cualquier propuesta de solución ante esta conducta sale sobrando, porque son condiciones que se generan dentro de un comportamiento social determinado. Los suicidas son personas que se quedan rezagadas al tren de vida de cualquier tiempo, son personas desadaptadas a su realidad, inconformes con lo que son, con lo que quieren ser o con lo que tienen, con lo que han sido o con lo que han obtenido de su vida. Son personas agotadas de seguir luchando, que sufren y que para ellas, nada tiene sentido.
Los expertos sugieren muchas cosas para brindar apoyo a cualquier persona en estas condiciones, pero la verdad es que cualquier propuesta fracasará, si no se descubre oportunamente la intimidad del propio suicida y para hacerlo es imposible, mientras que lo íntimo no salga a la luz.
La solución está en la misma persona que está harta de vivir, que está cansada de seguir sufriendo, que ya no soporta las carencias ni las decepciones y la falta de comprensión. Lo primero que debe razonar es que nadie -si no lo pide- acudirá en su ayuda. Hay gente que sin querer morir, muere en la vil soledad por su capricho, orgullo y soberbia.
Quien sienta soledad y abandono, lo primero que tiene por hacer es abrir las puertas de su corazón a su Dios, según sea su creencia o religión. Después, deberá hacer a un lado su soberbia para pedir amor, afecto y compasión a todos los seres queridos en su vida.
Un abrazo, es un hermoso acto de amor que a nadie se le niega y que a muchos nos hace falta.
Juan Antonio Aguilar Tello,
Torreón, Coahuila.
