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Violadores

Diálogo

YAMIL DARWICH

Indudablemente que la deficiencia en educación sexual es una cuenta pendiente en prácticamente todo el mundo, particularmente en nuestro medio social, lo que nos pasa fuertes costos en términos de salud mental y hasta de felicidad.

Habrá que reconocer como factores importantes los cambios en la moralidad, sea esto libertad y libertinaje, haciéndose una mezcla difícil de separar, sumando la simplificación o franca suspensión en la educación y rejerarquización de los valores humanos, sociales y trascendentes.

Confundir el derecho a ser y hacer con libertinaje; no ser capaz de definir los límites de respeto a los demás y a sí mismo; o desvirtuar los conceptos de libertad y felicidad, son factores comunes y consecuencia de la reculturización a la que somos sometidos por el sistema político social y económico mundial de los tiempos modernos.

Como síntomas inequívocos de enfermedad social, no sólo de los individuos que la padecen y agreden, sino de la comunidad misma, en La Laguna los embarazos de adolescentes se han multiplicado y los violadores y acosadores sexuales también han proliferado, dándonos cuenta de ello a través de los informes de organizaciones especializadas que brindan estadísticas de su atención y por los medios de comunicación.

Entre los enfermos mentales, un grupo poco analizado es el de los violadores sexuales, personajes del entorno que conviven con nosotros y quienes se mantienen al acecho, como verdaderos depredadores sociales en busca de sus víctimas.

Existen dos diferentes tendencias en su evaluación: algunos los catalogan como enfermos mentales que deben ser atendidos y otros consideran que no lo son y por el contrario, deben ser contenidos con todo el peso de la ley, por el bien social.

Antes de continuar, le pido no se deje llevar por las primeras impresiones de tales personas; ellos pueden disfrazarse de mansos corderos sean o no enfermos y con esa actitud buscan acercarse a sus víctimas logrando romper la barrera instintiva de la desconfianza.

Son esos individuos que se manifiestan amigable y cariñosamente con menores, aún los desconocidos, buscando contacto emocional y generarles confianza para poder satisfacer sus debilidades humanas.

Desde luego que existen los bien intencionados, así que trate de no confundirse.

Los psicólogos hablan de personalidades con serios antecedentes traumáticos durante su infancia y temprana edad de la adolescencia; cuentan con historicidad clínica de haber tenido un ambiente familiar deficiente, madres dominantes, poco afectivas y padres que menosprecian sus capacidades personales generándoles sentimientos de inferioridad y temores frente al desenvolvimiento social.

En el plano de la educación sexual fueron reprimidos desde su pubertad y aún antes de ella, desinformados y con antecedentes de haber recibido amenazas y castigos ante sus manifestaciones psicofisiológicas eróticas.

Las consecuencias se reflejarán en desarrollo de temores, tabúes y fallas en el desempeño sexual, lo que les profundizará en su patología, llevándolos a tener miedo a relacionarse con mujeres mayores y buscar alternativas de desahogo sexual entre los menores de edad. Ante ellos se sienten seguros y sin temor al fallo o a ser agredidos.

No se equivoque en su evaluación: hay tendencias a llamarles enfermos mentales justificando la comprensión y hasta la tolerancia a sus acciones, mitigando las penalidades a que son sometidos. Es claro que deben ser controlados y reprimidos por el bien común y, finalmente, hasta para evitarles un daño mayor en sus propias personas.

Comprender la patología es más fácil cuando sabemos que buscan a los menores por sentirse en ventaja, no someterse a los juicios de los mayores y/o por tener problemas para sostener relaciones con mujeres adultas.

Al interactuar con niños llegan a creer que éstos quieren tener relaciones sexuales con ellos, mal interpretando sus actitudes. Tienen pensamientos distorsionados y construyen fantasías eróticas con los menores. Su capacidad cognitiva está distorsionada y precisan de atención psicológica.

Las estadísticas muestran que casi la totalidad de los violadores son varones -hasta el 99 % de los casos- aunque existen raras excepciones de agresoras femeninas y el grupo poblacional más atacado gira alrededor de los 10 años de edad.

Tome en cuenta que muchos de los agresores se encuentran en el interior de las propias casas del menor: pueden ser padrastros, tíos, primos y otros familiares cercanos.

El daño provocado es grave y puede llegar a ser un estigma emocional y hasta social; los menores agredidos pueden presentar ansiedad, depresión, introversión y llegar a transformarse de víctimas de violación a violadores. Sufren agresión social al ser presionados a narrar repetidamente su experiencia, acusados de mentir o ser mitómanos y en los más bajos niveles educativos señalados como homosexuales.

Es importante atender a esos menores y debemos mantenernos atentos ante manifestaciones de ansiedad, retraimiento, llanto, depresión, infecciones urinarias repetidas y hasta señales de violencia física. Si Usted tiene menores en esa edad, vale la pena considerar la información. ¿Le parece?

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