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Más caro el caldo que las albóndigas

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

Según reportes de la página web del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila, se consigna la existencia de 16 partidos políticos.

Mucho ruido y pocas nueces dirían por ahí, si contabilizamos que en la pasada elección con miras a renovar al congreso estatal, el PRI obtuvo carro completo y Acción Nacional -sumido en una profunda crisis y en medio de divisiones- ni un solo distrito.

En su mayoría, como ocurre en otras muchas otras entidades federativas del país, se trata de organismos satélite afines al PRI y al gobernador en turno, cuyo propósito es pulverizar los sufragios que en determinado momento pudieran ir a los partidos de oposición -PRD y PAN primordialmente-, y favorecer los altos índices de abstencionismo que históricamente benefician al tricolor en las urnas.

La fórmula de los partidos satélite, una práctica que de novedosa tiene muy poco y que si somos justos no es sintomática sólo del PRI, sino de todos los organismos políticos en los tres niveles de gobierno, sirve para apuntalar la noción ciudadana de que nuestra democracia se ha vuelto sumamente onerosa, y del enorme gasto que supone al bolsillo del contribuyente tal partidocracia.

¿Dieciséis partidos, tan sólo en Coahuila, para que termine ganando el PRI? Así el triunfo lo hubiera obtenido el PAN o el PRD, ¿en verdad nos beneficia tal aparato burocrático?

Según explica el filósofo Gustavo Bueno, la partidocracia constituye una deformación sistemática de la democracia. Cada partido tiene que atacar al otro, y los ciudadanos terminan por asumirlos como un mal necesario.

En México, la suma de tantos partidos políticos no ha significado ni se ha traducido en una democracia más eficiente en sus procesos, sino en la transmutación hacia un enorme aparato burocrático que con frecuencia se sume en una parálisis que no sólo repercute en el espectro de la política y de la vida pública y su toma de decisiones, sino al aletargamiento del país en otros rubros que van desde el social hasta el económico.

A nivel federal, México cuenta hoy con diez partidos políticos que según el sentir general de los ciudadanos, antes que representar los intereses colectivos de la nación o contribuir a elevar la calidad de vida de los mexicanos y el debate de las ideas, suponen negocios redondos para quienes buscan acceder a los miles de millones de pesos de financiamiento que el erario tiene destinado para la operación de dichos organismos.

Cabe destacar además, que el dinero que se utiliza para tal propósito, se encuentra en el limbo de la opacidad y es escasa su rendición de cuentas. Al tiempo, nuestro país y la legislación vigente, acusan un importante rezago en términos de candidaturas ciudadanas e independientes y señalan, con miras a las elecciones intermedias de 2015, la urgencia de homologar la legislación en los estados para armonizarla con la recién aprobada Reforma Política y que sea por esa vía, donde los ciudadanos puedan participar.

Según autorizó el recientemente creado Instituto Nacional Electoral, los partidos que conocemos y a los que ahora se han sumado Morena de Andrés Manuel López Obrador, Frente Humanista y Encuentro Social -diez en total- contarán con un presupuesto de casi 4 mil millones de pesos tan sólo en 2014.

Además, a mayor número de partidos, menos pedazos y cerezas del pastel a repartir entre todos. ¿Diez partidos hacen más funcional a nuestro sistema democrático? A mayor número de actores, ¿menor la preponderancia y la hegemonía de determinados grupos? ¿Muchos partidos suponen más y mejor democracia? ¿Mejores políticos? Más propuestas, actores y proyectos, ¿Le confieren al ciudadano mayor capacidad de decisión y de elección o terminan confundiéndolo?

Lo único que sé es que desde la promulgación de la Reforma Política de 1977, definitivamente somos un México más democrático y participativo, pero también que dicha libertad ha implicado mayor burocracia, costos que insultan y que en esencia no debiésemos permitir.

Día con día, cada vez son menos los ciudadanos deseosos de involucrarse en política al tiempo que la desconfianza hacia nuestros políticos e instituciones a todos los niveles y colores, crece de forma exponencial.

Algo, evidentemente estamos haciendo mal cuando hay tantos, nos cuestan tan caro, y confiamos tan poco en ellos.

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas @patoloquasto

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