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Actores locales

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Se dice que vivimos en la época de la globalización, que cualquier evento que suceda en nuestro entorno está concatenado con otros que ocurren en otras partes del país o del planeta; la producción de bienes y servicios y el intercambio comercial entre regiones y países se presentan a escalas globales, como también los fenómenos ambientales se originan en algún lado e impactan en otro.

Hoy en día la mayor parte del medio millón de productores mexicanos de frijol sufre para vender sus cosechas porque no puede competir con las importaciones de este grano provenientes de Estados Unidos, puesto que éstas se venden a los mayoristas nacionales a precios más bajos por las subvenciones que reciben y en épocas previas al levantamiento de las cosechas en nuestros campos agrícolas, afectando los precios y reduciendo sus beneficios.

El cambio climático que enfrentamos -y seguirán enfrentando más generaciones venideras- se originó principalmente en las emisiones de gases de efecto invernadero que produjeron las actividades productivas, el transporte y otras que se desarrollaron en los países industrializados, pero sus efectos son más desastrosos en los países con procesos de industrialización tardíos como el nuestro.

Estos y muchos ejemplos más confirman lo que señalamos en el primer párrafo, por ello la globalización, particularmente en el ámbito económico, resulta un fenómeno ineludible como lo es el propio cambio climático, ante el cual los gobiernos actúan promoviéndolo en aras de volver más competitivas sus economías, pero en muchos de los casos no toman las medidas que disminuyan sus efectos negativos como ocurre con los productores de frijol, conformados en su mayoría por pequeños productores campesinos que difícilmente van a tecnificar sus predios para aumentar la productividad o integrar cadenas de valor para hacer más rentable esta actividad.

Algunos creen que esto es posible cambiarlo si se modifican las políticas públicas, que para los casos anteriores se esperaría que las oficinas del sector agropecuario controlen las importaciones de frijol, apoyen la tecnificación de miles de predios agrícolas y fondeen el beneficio y/o industrialización del grano, pero lo cierto es que ni una ni otra cosa sucederá porque se ha abierto completamente la frontera a las importaciones, los fondos públicos destinados al sector agropecuario y en particular a la producción de frijol seguirán siendo escasos, o para ser claros, no son un sector prioritario de la economía nacional, aun cuando siembren el diez por ciento de la superficie agrícola nacional, viva de esta actividad la sexta parte de las familias campesinas o se trate de un bien básico para la alimentación de los connacionales.

De igual forma ocurre con los habitantes de esta región, donde se levanta el complejo lácteo más importante de este país y uno de los primeros a nivel internacional, el cual ha extendido sus operaciones comerciales a otras regiones de México y en el extranjero, adquiriendo, incluso, uno de los corporativos similares más grandes de Estados Unidos que le convierten en una trasnacional que la mercadotecnia identifica como un orgullo mexicano.

Sin embargo, no es común señalar que este orgullo regional se ha sustentado en la sobreexplotación del agua proveniente de los acuíferos del subsuelo lagunero, que la actividad ha sido económicamente exitosa porque entre otras cosas se ha basado en el robo de agua al extraer volúmenes mayores que los que les fueron concesionados, no pagar salarios decorosos a sus trabajadores y afectando la salud de otros cientos de miles de personas obligadas a tomar agua contaminada en la región con mayor disponibilidad hídrica en norte de México.

Pero al igual que en los casos anteriores, aún no se implementan esas esperadas políticas públicas porque el Estado Mexicano, en tanto órgano regulador de las actividades económicas y las relaciones sociales que realizamos y establecemos los mexicanos, no ha ejercido la responsabilidad que las leyes les exige y el mandato que los votantes les han conferido, porque muestran resistencia o permisividad en la aplicación de medidas que detengan o reviertan los daños que afectan a los miles o millones de ciudadanos afectados.

Probablemente esa espera carezca de esperanza, o sólo será posible si los ciudadanos mexicanos, los pequeños productores de frijol, lo habitantes de la Comarca Lagunera y otros muchos más nos involucremos en la gestión de estos asuntos, los primeros porque al ritmo que van serán expulsados de los campos agrícolas y se convertirán en migrantes seguros, futuros desempleados en las ciudades, o los segundos enfrentaremos riesgos mayores al continuar ingiriendo agua contaminada.

Pero esto no sólo ocurre en las grandes escalas como es la relación comercial entre Estados Unidos y México, o a nivel regional con esos acuíferos abatidos por nuestros empresarios agroganaderos con visión minera, sino también puede presentarse en nuestra calle, colonia, comunidad, donde vivimos o trabajamos, en nuestra localidad, como recién nos sucedió en tres colonias de la zona norte de Gómez Palacio, cuando las precipitaciones de esta temporada saturaron el drenaje sanitario de modo tal que las descargas domiciliarias nos eran regresadas por las tuberías y brotaban en nuestros baños o patios.

En todos los casos anteriores, finalmente si no se diseñan o aplican políticas y programas públicos que nos faciliten la producción y agregación de valor de un bien como es el caso señalado del frijol, nos garanticen el suministro de agua potable más allá de soluciones temporales, o se construya un drenaje pluvial que evite inundaciones urbanas, nos corresponde a los ciudadanos demandar y coadyuvar en la solución de los problemas que enfrentamos.

Pero también finalmente no en todos los casos requerimos de organizaciones políticas como los partidos que más bien operan dentro de los ciclos electorales y no necesariamente en la lógica de los problemas que enfrentamos los ciudadanos, ni esperamos que nuestros líderes políticos se iluminen para estar pendientes de ellos, creo que lo principal es, sin que por ello neguemos que los partidos y todos aquellos que viven de y para acceder a los puestos públicos ahí están y seguirán estando, que los ciudadanos, en tanto actores locales participemos en la gestión de aquello que requerimos para vivir mejor en la escala de la vida social que sea.

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