Temporada política

El 1 de septiembre fue, durante mucho tiempo, el inicio del ciclo anual de la política mexicana. Los legisladores regresaban de una prolongadísima vacación de verano que empezaba el 1 de mayo. El informe presidencial en el Palacio Legislativo se convertía en una ceremonia de homenaje al mandatario en turno y los diputados y senadores se preparaban para tres meses y medio de un período ordinario de sesiones en que aprobarían sin leer las iniciativas del presidente, incluyendo la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos del año siguiente.

Hoy las cosas son distintas porque el medio político es otro. Para empezar, los legisladores se vieron obligados a trabajar durante sus prolongadas vacaciones de verano para aprobar las leyes secundarias de telecomunicaciones y de energía. El presidente ya no se presenta al Palacio Legislativo; lo excluyeron los diputados y senadores del PRI y el PRD durante los sexenios panistas con la idea de que así disminuían la figura presidencial, sólo para que ellos quedaran disminuidos al final. Hoy el informe se somete por escrito y el presidente hace su fiesta un día después sin la presencia de los legisladores.

Por lo demás, el mundo político mexicano ha cambiado de manera muy importante. Ningún partido tiene mayoría automática en el Congreso. El PRI y el presidente se han visto obligados a hacer alianzas para impulsar su programa político. Algunas de las reformas en un principio fueron aprobadas con el respaldo del PAN, el PRD y el PRI, además de varios partidos pequeños como el Verde y Nueva Alianza. En últimas fechas el gobierno ha forjado alianzas con el PRD, para la reforma fiscal, y con el PAN, para la energética. Las batallas políticas en el Congreso mexicano se están volviendo similares a las que existen en otros lugares del mundo.

Por otra parte, los papeles dentro del espectro político se han intercambiado. El PRI, que rechazó la reforma energética en los sexenios de Vicente Fox y de Felipe Calderón, la apoyó con disciplina en el de Enrique Peña Nieto. Si bien se entiende que cualquier gobierno sensato tenía obligación de impulsar una reforma que abriera la energía a la inversión privada, no sólo para modernizar el anquilosado sistema monopólico sino para generar inversión fresca, no ha dejado de ser divertido ver, por ejemplo, a un Manlio Fabio Beltrones defender una posición que atacó cuando encabezaba a los senadores del PRI en el sexenio de Calderón.

Algunas cosas, sin embargo, no han cambiado. Los legisladores siguen recibiendo bonos extraordinarios, además de su dieta normal, sin que paguen por ellos gravamen alguno. Los ciudadanos mexicanos en la economía formal seguimos pagando impuestos para sostener un sistema basado en la corrupción y los privilegios de unos cuantos. Los gobernantes mexicanos siguen sin entender cómo funciona la economía y siguen aplicando medidas que provocan estancamiento mientras que otros países del mundo avanzan con celeridad. Nada de esto es diferente en este reinicio de la temporada política.

Twitter: @SergioSarmiento