Siglo Nuevo

El ogro historiador se hizo pasado

Un caballero francés y medieval

Foto: Cortesía Sipa Press

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Iván Hernández

Hablar de Jacques Le Goff es como esbozar una sonrisa mientras se observa una caricatura de El Roto en la que un personaje dice “estos hombres no saben mirar hacia el futuro” y otro confirma “sí, no quieren regresar al Medioevo”.

Hubo un tiempo en que literatura e historia eran la misma cosa, o mejor dicho, en que la historia era un género literario. Hace tiempo los sesudos de siempre decidieron darle al estudio del pasado la categoría de ciencia, le formularon sus bases científicas y el rigor académico que derivó, entre otras aberraciones, en la llamada 'historia oficial'.

Esa categoría, la oficial, llena de nombres, fechas y análisis sucintos, tiene la indiscutible virtud de despojar al pasado de su humanidad. En lugar de acercarnos a los hombres, nos sitúa frente a pedazos de cartón que llevaron en las sienes una corona o una banda presidencial en el pecho, también retrata mujeres que cumplieron con sus deberes de esposa o amante o endemoniada, aunque no se ofrezcan pruebas en uno u otro sentido, salvo la belleza o la fealdad aparejada con alguna prudente virtud o ambicioso defecto que marcó sus vidas.

Contra todo eso, contra la historia convertida en una relación de hechos y personajes desprovista de corazón y viscerales entrañas, se rebeló Jaques Le Goff.

Su misión en la vida fue reunir las osamentas de hombres y mujeres, de ideas y sociedades muertas, al menos en apariencia, y dotarlas de un tejido de palabras, de un músculo de imágenes, de una piel de pasta blanda o dura según la edición que se consiga.

En busca del oscurantismo

El primero de abril de este año, el mundo perdió a Jacques. Le Goff murió a los noventa años de edad y aunque parezca innecesario hablar de ello a estas alturas del camino, el autor francés también fue joven, inexperto, un aprendiz de alguna de las materias que la vida nos ofrece para hacer algo con nuestro tiempo. Inspirado en la lectura de obras literarias, él mismo reveló su entusiasta relación con el Ivanhoe de Walter Scott, a partir de sus lecturas de la infancia decidió estudiar historia, y haciéndose preguntas elementales sobre el presente, dio con el pasado y, particularmente, con la Edad Media.

Así, el joven francés salió en busca del ayer que, de uno u otro modo, sigue moldeando a los hombres, condicionándolos y, en muchos casos, arrinconándolos en formas de pensar, de vivir y de morir.

El Medioevo fue un gatillo que disparó muchas balas cargadas de futuro en términos de organización de la vida en sus planos material y espiritual. Cada que entramos a ciertas oficinas gubernamentales, como las recaudaciones de rentas, en realidad entramos a una trampa burocrática que se gestó en esa época.

Por el ojo de Le Goff, genial escrutador de lo humano, pasaron desde los hombres comunes y los gremios del occidente medieval, hasta figuras que han persistido con fuerza en el imaginario colectivo de este siglo o cualquier otro, como Arturo de Camelot o Robin Hood.

La modernidad de la Edad Media

La historia medieval es un relato tan largo e inacabado como una decena de siglos. Emprender su estudio requiere de una voluntad casi divina, acaso mágica, en buena medida maravillosa, que, en el caso de Le Goff, le otorga al historiador un aspecto de ser atemporal, de hilandero constante en su empeño de elaborar una prenda entrañable, cálida, aprehensible, porque La Edad Media creó héroes y maravillas destinados a hacer soñar durante mucho tiempo, casi siempre sublimando las realidades sociales y materiales de la época: catedrales, caballeros, amor (Tristán e Isolda), juegos y espectáculos (juglares, trovadores y troveros), mujeres excepcionales situadas entre Dios y Satán (Melusina, la papisa Juana, Isolda, valquiria).

Seguirle la huella a lo imaginario, esa fue la misión emprendida por Le Goff: exponer las resurrecciones de conceptos que habían sido eclipsados por el Renacimiento y que recuperaron buena parte de su vigor con el romanticismo. Muchas ideas abordadas por Jacques se han incrustado en la vida cotidiana de lo que llamamos la actualidad, y han sabido adaptarse a plataformas como el cine o el cómic.

Demostrar la modernidad de la Edad Media fue en buena medida el propósito de la obra del francés. Somos un pueblo muy medieval, parece decir, por mucho que nos pese: instituciones tanto materiales como imaginarias, que se fraguaron en aquellos siglos de oscurantismo, siguen expuestas a la luz del día.

El ogro historiador

Marc Bloch decía que el historiador se parece al ogro de la leyenda: allí donde huele carne humana, sabe que está su presa. Le Goff parecía ogro, era grande (en varias dimensiones: altura, anchura y sapiencia), hasta en sus fotos parece a punto de decir algo como “fi, fu, fa, huelo la carne de un inglés”.

El intelectual que se sienta en la mesa de café, con su libro en la mano, tiene su origen en el Medioevo: era llamado el erudito, el universitario, el sabio, era noble o monje, y su historia es narrada por Le Goff en Los intelectuales en la Edad Media.

En La bolsa y la vida, trata sobre los usureros y el conflicto que representaban para la Iglesia, porque la usura era pecado y llevaba al infierno, pero los prestamistas financiaban la obra de Dios en la tierra. Cosa curiosa, los eclesiásticos recurrían a ellos y luego buscaban formas ingeniosas, un tanto pecaminosas, de incumplir sus compromisos.

Esta asociación de hombres del demonio y hombres de dios influyó en la creación de un no lugar que aún persiste en el imaginario de la sociedad: así sucedió El nacimiento del purgatorio. Le Goff rastrea el origen de ese no lugar y lo encuentra en el siglo XII, desde aquellos años la inclinación al pecado de los buenos y ricos y poderosos señores metió en apuros a la Madre Iglesia. Desde aquellos años la fórmula infalible de 'los buenos se van al cielo y los malos al infierno', demostró su insuficiencia; fue necesario construir una estación intermedia, lejos de las llamas y cerca de la gloria.

La evolución de lo cotidiano

Mucho de lo que tenemos por maravilloso en nuestra sociedad de rapidez tecnológica, era considerado cotidiano en la Edad Media. Los relatos de los grandes viajeros, esos que incluían en sus narraciones la presencia de monstruos, la existencia de reinos infinitamente ricos, se tomaban por verdaderos, mentir era pecado. La gente del occidente medieval convivía con la certeza de que había dragones en el cielo, unicornios en los bosques. Gracias al progreso dichas presencias se han convertido en criaturas tan maravillosas como inexistentes, utilizadas con fines de entretenimiento que apelan a una sensación de asombro nutrida por los pensamientos medievales.

Según los altos conocimientos de Le Goff lo milagroso es una facultad exclusiva de dios; lo mágico es imputable al diablo; lo maravilloso, aunque resulte incomprensible o asombroso es un fenómeno natural.

Otra certeza difundida por Le Goff es que la historia medieval es en buena medida el recuento de sus errores: En la Europa cristiana no hay ni héroe todopoderoso ni maravilla sin su reverso, todos los héroes, después de sus proezas, fallan, no son santos, son pecadores y a cada gran personaje (los incestos de Arturo y Carlomagno, Lanzarote el infiel, la soberbia de Roldán, el Cid traidor, Robin Hood el bandido) le corresponde un gran pecado.

Su somera descripción de Carlomagno nos muestra el estilo asequible y el ingenio de sus palabras, más cercanas a la expresión literaria que a la sentencia del académico: es un personaje histórico, gran testigo de la historia y del imaginario medieval, cada vez más mítico desde que vivió. De Jacques, el ogro que ahora forma parte del pasado, el historiador convertido en recuerdo, puede afirmarse que su presencia es más indispensable desde el día de su partida.

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Conferencia de prensa en la Nar, Francia, 1996. (Foto:Cortesía archivos monárquicos)
Conferencia de prensa en la Nar, Francia, 1996. (Foto:Cortesía archivos monárquicos)
Jaques Le Goff, 1995. (Foto: Luis Monie / Rue des Archives / HH)
Jaques Le Goff, 1995. (Foto: Luis Monie / Rue des Archives / HH)

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