Visita. Julio encontró un mejor empleo en Estados Unidos y hace días llegó a la ciudad para festejar el aniversario de sus padres.
Por el hecho de servir a su país, Julio, formó parte del Ejército de los Estados Unidos, mejor conocido como U.S. Army. El hombre convivió durante seis meses con misiles y bombardeos en lo que representó la invasión de Irak por parte de Estados Unidos para derribar a su entonces líder, Sadam Husein.
La guerra, que se desató en el año 2003, fue un "martirio" para su familia, que desde territorio mexicano monitoreaba las 24 horas el conflicto entre aquellos países a través de los medios de comunicación.
Y es que Julio, nació en la ciudad de Los Ángeles, California, pero a los dos años de edad, sus padres de origen mexicano, decidieron retornar a la ciudad de Gómez Palacio, región en donde llevó a cabo toda su educación hasta que cumplió los 25 años.
"A esa edad, me empezó a inquietar la idea de pertenecer a las Fuerzas Armadas, así que empecé a buscar información a través de internet sobre los requisitos", comenta Julio.
Para llegar a formar parte de las filas del Éjercito estadounidense, tuvo que enfrentarse a exámenes médicos y físicos, además de una estricta disciplina que le permitió convertirse en Sargento.
Tiempo después de su llegada a la Army, le notificaron que tendría que viajar a Irak para brindar protección a las personas.
A poco más de una década de este suceso, cuenta que no tenía días de descanso. "Teníamos que trabajar al cien por ciento, no podíamos descuidarnos porque había iraquíes por todos lados, esperando la oportunidad para dispararnos", resalta el exmilitar.
Comenta que en su estadía y tras el combate, muchos irakíes se rendían y eran capturados para entregarlos a la policía militar.
La vida en Irak, dice, fue complicada, pues en los rondines paraban por unos momentos y montaban tiendas de campaña para descansar.
"La comida me llegaba a cansar, nos daban una caja con raciones militares que tenían proteínas para aguantar todo el día", detalla.
Fue en territorio iraquí, cuando Julio vio por primera vez morir a una persona.
"Ir a la guerra me permitió apreciar lo valioso que es la vida, aquí podemos ser libres, salir a la calle sin temor a que te vayan a matar por las creencias religiosas que tengas", expresó Julio.
Después de esta fuerte experiencia, encontró un trabajo mejor en el "mundo civil", se casó con una mujer en El Paso, Texas y procreó a tres hijos, a quienes dice apoyaría si decidieran seguir sus pasos.
