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Cuarentones

Diálogo

YAMIL DARWICH

Seguramente Usted ha oído hablar del síndrome de los cuarenta, fenómeno psicológico que se presenta en varones que rebasan la cuarta década de la vida y empiezan a notar cambios en sus personas, lo que coloquialmente llamamos "tiempos de los yo nunca..."

Es difícil ubicar tal cambio de actitud hacia la vida, puede ser desde esa edad cuando el adulto llega a la plena productividad, hasta pasados los cincuenta años. Dependerá en mucho de lo que llaman "madurez psicoafectiva" en cada una de las personas.

Habrá que escribir los casos por excepción de hombres que transitan de la juventud tardía a la madura sin mostrar aparentemente grandes cambios.

También le llaman "crisis de la mediana edad", cuando los hombres se sienten plenos y, sin embargo, se dan cuenta que no son los adolescentes tardíos que fueron en los últimos años.

Dejar de ser "jóvenes" es un paso doloroso entre personas de ambos sexos, siendo más evidente entre las féminas por razones hormonales, de ausencia de ovulación y consecuentemente menstruación, evidencia de lo que llamamos menopausia.

Los hombres, a partir de la cuarta y quinta década de vida, también empiezan a mostrar cambios hormonales, aunque éstos sean menos evidentes que los de las mujeres.

También se habla de una menopausia masculina -andropausia- que no tiene un orden cronológico claro y la sintomatología puede presentarse, ser evidente o no.

En el caso de los cuarentones, las áreas psicológicas y sociales son las más afectadas.

Empezar a tomar conciencia de que no se puede sostener un esfuerzo físico como antaño, caso de quienes se ejercitan en algún deporte y su propio cuerpo empieza a mostrar irremediablemente evidencias de vejez, como las arrugas de la piel, "lonjitas o la panza cervecera" que pueden llegar a ser marcadas.

Algunos otros luchan contra las canas terminando por evidenciar su baja autoestima con colores tornasoleados del pelo pintado. Yo conozco varios casos.

La sociedad hace lo propio, con los comentarios conocidos por todos en relación a la gordura, las canas incipientes o las arrugas propias de la edad. La experiencia de vivir los cambios de condiciones físicas durante la vida es algo para lo que no somos preparados y a menor madurez psicoafectiva mayor será el impacto anímico y en el comportamiento social.

Agregue signos y síntomas que refieren la baja de la condición de salud general.

Ni qué decir de la posible presión arterial alta, las patologías metabólicas como el alza de triglicéridos, colesterol o la aparición de diabetes, por mencionar algunas.

El conjunto de cambios es difícil de asimilar; claro que en los varones es menos evidente, también por cuestiones de cultura y vida social; sin embargo, saber aceptar las nuevas etapas de la vida no es fácil para nadie y muy difícil en algunos casos, más frecuentes de lo que pensamos.

De hecho, el arribo a la edad adulta es una condición humana que los hombres no tienden a reconocer y los profesionales de la salud atienden poco.

Piense que nuestra educación familiar y social no nos permite aceptar abiertamente que estamos envejeciendo... viejos los cerros... dice el refrán.

El estado ideal de maduración del ser humano incluye tres componentes principales: lo fisiológico, llegando a la tercera etapa de la vida con las mejores condiciones físicas posibles, para lo que se requiere, desde muy temprana edad, responsabilidad hacia el propio cuerpo; lo psicológico, buscando llegar a los más altos niveles de conocerse a sí mismo y en lo social, estar adaptado al medio en que se desenvuelve, sintiéndose aceptado y hasta reconocido.

A eso se le llama madurez psicoafectiva y social, muy difícil de alcanzar con equilibrio en los tres niveles.

Así se puede entender los porqués algunos varones cambian de pronto sus usos y costumbres personales: deciden vestir a la moda -algunos haciendo el ridículo- comprar un auto nuevo -hasta uno deportivo, de esos desarrollados para jóvenes-; frecuentar bares y antros donde se reúnen los adolescentes tardíos y hasta modificar su lenguaje.

Es claro que ellos no se han adaptado a su nueva realidad de vida y entre menor sea el desarrollo armónico que describimos, mayores serán sus desatinos.

Conocí el caso de una persona que sufrió ese "síndrome de los cuarenta" y luego de cambiar su vestuario compró un coche deportivo y frecuentó centros sociales juveniles hasta conocer a una joven con la que intimó, se casó, la embarazó y, de pronto, despertó a la realidad.

Luego de divorciarse de la segunda esposa, trabajó en reconstruir su primera relación incluyendo a los hijos ofendidos. Pudiéramos decir que la aventura tuvo el mejor final entre los posibles, aunque el costo fue elevado.

Dice el refrán que nadie aprende en cabeza ajena, así que cumplo con esta entrega de "Diálogo" escribiéndole del caso. ¿Conoce algún cuarentón?

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