El inconforme
Todo suele empezar con la observación y las opiniones propias por supuesto.
Un hombre profundamente enamorado de su patria y su ciudad adoptiva que suele andar las calles de la ciudad en muy diferentes momentos. Siempre embebido en su luz, su arquitectura antigua, los adoquines desgastados y la identidad de un tiempo que no podrá sobrevivir a la modernidad a pesar de su enorme deseo de ser pulida. La que una vez fuera la tierra del algodón, esta siendo rechazada por su pasado tratando de ocultar quien es y a pesar de estarlo logrando poco a poco si no es por merito propio es quizá por negligencia de otros, el inconforme parece ser el único que ve la verdadera belleza en el cambio de estaciones, en su pobreza, en su anterior gloria y en su desesperado futuro.... desesperado y bien merecido glorioso futuro ya que esta llena en el corazón de un sincero sentido de tolerancia y evolución.
Es entonces en sus andares de Domingos por la tarde que se permite escuchar las voces que recorren como susurros las banquetas entibiadas por el implacable sol del desierto y maquilladas por el polvo de la sierra madre oriental, que la rodea y protege. Ve en sus edificios antiguos que tristemente la mayoría de ellos ya no pueden sostenerse en pie, la sombra de su pasado porfiriano, de su innegable herencia española e influencia árabe y le hablan los muros enmohecidos, los patios de vecindades y de las herrerianas casas que evocan tiempos de barro y metate, de carbón y de cobre murmurándole al oído canciones dulces de cuna y corridos de revolución y es bajo su luz oblicua de otoño, justo cuando cambia el aire y se siente fresco en si mismo, que el descubre el oro brillando en su crisol interior y afloran en su gallardo pecho el amor y el orgullo mezclados con la tristeza y el dolor de ver los cambios que pierden su pasado debajo de una retardada capa de progreso y emancipación.
Pareciera a veces que la ciudad se esforzara por dar la imagen de un hombre rico cuando en realidad es uno pobre que se hizo de un buen traje... lo dice por La Gran Plaza; construida con el dinero honesto de mas de un millón de contribuyentes que tuvieron que conformarse con el traje caro de casimir y hacer oídos sordos y ojos ciegos a las calles desgajadas y tristes que rodean dicho edificio de poder y de abuso... el hombre pobre en sus talones raspados y polvorientos, cubiertos ellos por cuero lustrado.
Sin embargo el saber que es el corazón de Torreón pleno de calidez, receptividad y aceptación a las ideas de cambio y desarrollo. Es por ello que sabe que su bella y gallarda gente merece mas de lo que tiene ahora; merece el futuro grande y prometedor que se ha ganado a través de la fortaleza obtenida por resistir a sus guerras internas que no fueron por elección propia, por el trabajo constante, por su valor y entereza, por ver hacia ese glorioso futuro aun cuando el horizonte solo se pintara de gris y de la sangre de su gente caída.
Y así, en sus andares interminables y a través del humor liquido que inunda sus hermosos ojos dorados, el inconforme arrastra sus ideas y su amor como si fuera senior de los de antes, resentido y amargado, soñando con tiempos de antaño cuando se podía fumar en los cafés de las plazas y arrullarse con el canto de las palomas mientras la luz iba cambiando en el día.
Lorena y Ernesto Aguilera
Torreón, Coahuila
