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Exceso de ruido afecta seriamente a Cuba

Es una epidemia que se extiende sin control -a pesar de la existencia de leyes ambientales que los sancionan-, por La Habana y algunas de las más grandes ciudades de la isla de 11.1 millones de habitantes. (ARCHIVO)

Es una epidemia que se extiende sin control -a pesar de la existencia de leyes ambientales que los sancionan-, por La Habana y algunas de las más grandes ciudades de la isla de 11.1 millones de habitantes. (ARCHIVO)

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Como una de las llamadas “indisciplinas sociales”, asociada además a problemas auditivos, La Habana está invadida por múltiples e indiscriminados ruidos a cualquier hora del día o de la noche.

Es una epidemia que se extiende sin control -a pesar de la existencia de leyes ambientales que los sancionan-, por La Habana y algunas de las más grandes ciudades de la isla de 11.1 millones de habitantes.

El ruido ambiental que castiga desde recién nacidos hasta ancianos, enfermos y trabajadores que requieren descanso tras jornadas nocturnas, ha hecho exclamar a muchos: “En La Habana ya no se puede vivir”.

Especialistas consultados aclaran que los “excesos sonoros” no son exclusivos de esta capital, pues existen en otras urbes de Amércia Latina, pero aceptan que muchos ciudadanos “se han pasado de la raya” con ciertos comportamientos intolerables.

En su campaña contra las “indisciplinas sociales”, las autoridades incluyen el ruido en espacios públicos que han convertido las calles en un caos, agravado por gritos soeces y vulgares y silbatos de vendedores ambulantes.

En Cuba existen varios instrumentos legales sobre la emisión de los ruidos, entre ellas, la Ley 81/97 del Medio Ambiente que en su precepto 147 prohíbe producir ruidos y sonidos que “afecten la salud humana o dañen su calidad de vida”.

Mario Aguirre, un jubilado de 72 años, se quejó de que “nadie se ocupa de hacer cumplir” el decreto Ley 141/84 del Ministerio del Interior que considera la contaminación acústica “una contravención del orden público y una indisciplina social”.

El ruido ambiental acompaña a los viajeros de algunos omnibus, y casi todos los “almendrones” (automóviles estadunidenses de las décadas de 1940 y 1950) que todavía ruedan de la ciudad gracias a la inventiva de sus dueños y mecánicos.

En esos vehículos sus conductores tienen instalados reproductores de DVD y, en lugar de música relajante, los pasajeros, ya abrumados por las carencias de la vida cotidiana en la isla, soportan indefensos música de reguetón a todo volumen.

La plaga de “contaminacion sonora” que afecta la vida en hogares y en centros de trabajo se extiende a muchos restaurantes y cafeterias, donde los comensales gritan para hacerse oir por encima del alto nivel música bailable o cantantes estridentes.

Por si fuera poco, es común que algunos irresponsables, muchas veces animados por el alcohol, coloquen fuera de sus casas altoparlantes sin importarles perturbar la paz de sus vecinos o incluso de quienes asisten al consultorio médico del barrio.

La prensa estatal se ocupa en forma periódica del tema y sicólogos y especialistas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente han hablado del problema en programas de televisión (...) pero no aparece la solución.

Los medios se preguntan por qué no se cumplen las reglas para erradicar la “sinfonía nocturna de claxons por calles y avenidas, o al amanecer debajo de los edificios multifamiliares (...) o de los chicos de la nueva onda en sus carros con el reguetón a todo volumen.

Los infractores han convertido en letra muerta un reglamento vigente desde 1999 para controlar la “agresión sonora” en las zonas residenciales de la capital, que fija los niveles máximos admisibles de ruido en horarios diurnos y nocturnos.

Aunque el Estado cubano se preocupa porque la contaminación acústica afecte lo menos posible la salud humana, son insuficientes las acciones frente a aquellas personas que de manera reiterada violan las normas jurídicas y sociales existentes al respecto.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay límites aceptables para el ruido: 65 decibeles en el día y 55 en la noche. La capacidad auditiva empieza a deteriorarse a partir de los 75 decibeles.

El organismo internacional advirtió que si se superan los 85 puede originarse la denominada sordera sensorineural progresiva y que el ruido es causa de trastornos del equilibrio, sensación de malestar y fatiga psicofisiológica, en casos extremos de sordera.

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Escrito en: Contaminación Auditiva sonido

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