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Orgullo lagunero

Civitas

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

En La Laguna tenemos muchas razones para estar orgullosos, pero la principal es su gente. Luchona, abierta, hospitalaria, y sobre todo, esforzada en salir adelante a pesar las difíciles circunstancias que hemos vivido en los últimos años. Así somos los laguneros, dispuestos al esfuerzo y también al cambio. Con su clima árido y desértico, tenemos puntuales tolvaneras y calor de sobra. Pero a falta de la belleza de otras ciudades, o la benevolencia de otros climas, nosotros compensamos con trabajo y servicio esas carencias. Ya sea por labores o por visita, quienes vienen de fuera de la Comarca, bien dicen que no se sienten forasteros, sino se sienten como en casa.

Quizá esa virtud proviene del origen mismo de nuestras tierras. En buena medida la población de la región se hizo con migrantes de otras ciudades del país como Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Guanajuato, y en menor número, extranjeros que hicieron de La Laguna, su nueva patria. Gracias a las migraciones crecieron poblaciones como Torreón y Gómez Palacio por allá de la década de 1880, cuando el ferrocarril nos resaltó en el mapa nacional. Los laguneros de esa generación hicieron las ciudades con gran empuje, y sobre todo, conscientes de que el futuro estaba en sus manos. No había fatalismo, sino esperanza. Por lo mismo, las primeras empresas que fincaron la riqueza de la región, se nombraron casi como virtudes teologales: La Fe, La Esperanza, La Constancia, La Alianza, La Unión, La Amistad.

Ahora los laguneros comenzamos a salir poco a poco de una dura crisis de violencia e inseguridad. Es algo que se siente y se palpa en las calles. Ahí están los numerosos grupos de ciclistas urbanos que han tomado las calles. Ahí están tantas y tantas asociaciones que vienen haciendo trabajo comunitario. Ahí están las organizaciones civiles ocupadas en cambiar la región. De esa manera tenemos un conjunto de valiosísimos granos de arena que están construyendo otra ciudad. Y es justo la narrativa de esperanza que debemos difundir y acrecentar. Sin lugar a dudas, las adversidades que vivimos en los últimos años, llevaron a los laguneros a organizarse para sacar lo mejor de la sociedad. Como aquellos laguneros de antaño que al cooperar levantaron un puente para unir Torreón con Gómez Palacio y Lerdo, los de ahora nos demuestran que a pesar de las dificultades, es posible salir adelante.

Esas historias que ahora estamos construyendo, son motivo de esperanza, y sobre todo, de orgullo. Orgullo de nuestro pasado de lucha. Pero más orgullo por su gente. Por lo mismo, celebramos que un grupo de importantes asociaciones laguneras conformaron "OrguYo Lagunero", una asociación que se ha propuesto resaltar la identidad y el orgullo entre los laguneros. Hoy, más que nunca los necesitamos.

ODIO Y DISCRIMINACIÓN

Con respecto a mi artículo de la semana pasada, Hondura en La Laguna, veo con tristeza cómo hay mexicanos que ven con desprecio e intolerancia a los migrantes centroamericanos. Se trata de una historia conocida de odio y discriminación hacia ciertos grupos extranjeros. En el primer tercio del siglo XX, un buen número de mexicanos, incluido el mismo estado, hicieron una campaña contra los chinos que llegaron al país. En menor medida se hicieron campañas contra judíos y árabes, aunque los chinos, acaso por ser más visibles físicamente, sufrieron la peor parte: expulsiones, boicots comerciales, violencia e incluso asesinatos masivos, como sucedió en Torreón durante los sucesos de mayo de 1911. No es casualidad que ayer, como ahora, los migrantes queden descalzos tras la violencia ejercida contra ellos. El 15 de mayo de 1911 en Torreón, quedaron cientos de cadáveres descalzos. La turba de asesinos les quitó los zapatos para buscar ahí dinero escondido. El crimen quedó impune, no obstante que el gobierno pudo identificar a los responsables, por entonces conocidos "revolucionarios".

Ayer fueron unos, hoy son otros. De esa manera el odio cambia de actores y se renueva. Actualmente tenemos violencia contra minorías migrantes que pasan por el país. Tampoco faltan expresiones vergonzosas como decir que los migrantes quitan el trabajo a los mexicanos. O peor aún, que los migrantes, por ser pobres, son criminales que llegan a México. Esas afirmaciones no sólo reflejan viejos odios, sino intolerancia hacia los otros. Eso sí, somos muy "nacionalistas" para indignarnos por el trato que reciben los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Ya lo ha dicho el filósofo francés Bernard Henri-Lévy: "El nacionalismo es siempre una tontería, y el nacionalismo étnico, una tontería asesina".

Twitter/uncuadros

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