El Síndrome de Esquilo
Sorpresas te da la vida, y más cuando las buscas. La semana pasada me fui a vagar por el centro de Winston-Salem, ciudad donde llevo un par de meses escribiendo una novela. Encontré una tienda donde, entre muchas otras cosas, venden libros viejos. Compré "The Catcher in the Rye", de J. Salinger, "Mrs. Dalloway" de Virginia Woolf y "Chesil Beach" de Ian McEwan. Los tres por dólar y medio.
No recuerdo cuándo comencé a buscar libros usados, lo cierto es que he pasado muchas horas hurgando en libreros, cajas, estantes, maletas. Esa labor de gambusino ha dado algunas pepitas: una primera edición de Cien Años de Soledad, que hallé en un tiradero en Coyoacán (no quedan muchos de esos ejemplares en el mundo). En el Barrio del Callao, en la capital peruana, encontré un ejemplar de La Casa Verde, de Vargas Llosa, que fue parte de la biblioteca del Colegio Militar Leoncio Prado. Y en un sótano neoyorquino compré, hace un par de años, una primera edición del último libro que en vida publicó Mark Twain. Rarezas.
No hay que estar en tierra extraña para ir en busca de libros usados. En Torreón existen lugares para hacer una excursión de este tipo. Hay dos muy buenas librerías de viejo: Otelo (sobre la avenida Juárez casi esquina con Ildefonso Fuentes) y El Libro Usado (por la calle Galeana, frente a la Gran Plaza). En ambas he encontrado estupendas lecturas a precios muy accesibles.
Quienes no están acostumbrados a buscar libros usados suelen pensar que la ventaja de las llamadas "librerías de viejo" es que ofrecen los mismos títulos que las tiendas de ejemplares nuevos, pero a menor precio. En realidad, se trata de lugares muy distintos. Los establecimientos de libros usados tienen su propia dinámica.
En primer lugar, me gusta pensar en ellas como cápsulas del tiempo. Dado que allí no operan con tanta fuerza las leyes del mercado que privilegian novedad sobre calidad, muchas veces las librerías de viejo resultan mejor surtidas que las grandes cadenas que ofrecen ejemplares nuevos, pues éstas descontinúan muchos títulos con rapidez. Aquí algunas recomendaciones para la cacería:
No busques sólo lo conocido: dale la oportunidad a autores y títulos que no te suenen familiares. Lee la cuarta de forros (contraportada) y la ficha biográfica del autor en la solapa. Estudia el índice. Otra de las ventajas de las librerías de viejo es que puedes hojear los ejemplares, incluso leer los principios de uno o dos capítulos.
Ve cada vez que puedas: nunca se sabe cuándo alguien decidirá vender las joyas de la familia. Dado que estos establecimientos se surten con lo que los mismos lectores rematan, añaden libros al catálogo casi todos los días.
Tómate tu tiempo: ten paciencia. No revises sólo en los anaqueles a la altura de tu vista, hurga en las partes bajas y altas, en las pilas de libros cuyos lomos no te resulten muy visibles. No des por sentado que el título lo dice todo: En muchas librerías he encontrado ejemplares de "El amor en los tiempos del cólera" en la sección de medicina, no es broma.
Consigue un librero de cabecera: con frecuencia estos establecimientos son negocios familiares, y quienes los atienden suelen hacer muy buenas recomendaciones. Si te conviertes en cliente frecuente de la casa, y logras que identifique tus gustos e intereses, pídele que reserve para ti los libros que reciba que coincidan con tu perfil.
Revisa todas las secciones: no te enfoques sólo en el género literario o en la sección que más te gusta. Siempre quedan áreas por descubrir. Hay otra buena razón para echar el ojo en todos los estantes: muchos buscadores expertos esconden sus hallazgos en las secciones menos pensadas para volver después por ellos. Sorpresas te da la vida, y más cuando las buscas.
Twitter: @vicente_alfonso
