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Juan Pablo y Rosa

No hagas cosas buenas…

ENRIQUE IRAZOQUI

Como sucede en el mundo periodístico, el tema se está haciendo viejo. Pasa el furor y que venga lo nuevo. Después de la fiebre veraniega mundialista, es natural que todo el ritmo disminuya, julio es el mes de las vacaciones.

No obstante, se están destrabando y generando las leyes secundarias de la Reforma Energética, que sin duda en el largo plazo será de beneficio para la macroeconomía mexicana, mas no me atrevo a decir que los beneficios permearán de la misma manera al pueblo en general, basta ver lo que este gobierno realizó como Reforma Hacendaria, que claramente tiene detenido el crecimiento y la inversión, para saber realmente cuáles son los alcances de la administración federal actual.

En estas circunstancias sale a la luz el desalojo del albergue de La Gran Familia en Zamora, Michoacán, así como la detención de varios de los funcionarios de la dichosa casa-hogar, entre ellos, de la mismísima directora y fundadora, Rosa María Verduzco, conocida ampliamente como Mamá Rosa.

El operativo de suyo fue excesivo, más de cien elementos de las fuerzas policiacas ingresaron al albergue bajo el argumento de que se tenía el reporte que dentro del recinto se encontraban personas secuestradas. Se desplegaron miembros del ejército, de la policía federal, de la estatal. En fin un movimiento que a todas luces resultó sobredimensionado, porque al final de cuentas lo que los del gobierno encontraron, fue un orfanato con más de cuatrocientos internos, la mayoría infantes, pero un número considerable ahí moraban también, en condiciones que parecían más bien dantescas.

Alimentos putrefactos, suciedad y hacinamiento por doquier y sobre todo: casi todas las piezas de la casona tenían rejas y puertas bajo candado, lo que obviamente denotaba que se tenía por costumbre el encerrar y controlar a los internos, cual si fuera penitenciaría.

Esa era la realidad del albergue de La Gran Familia, que por décadas - más de 5- ofreció cobijo, educación y hasta cariño a miles de desvalidos (se estima que más de 4 mil personas han vivido bajo el manto de la señora Verduzco).

A partir del operativo y la publicación del mismo hecho a nivel nacional, las autoridades rápidamente supieron subir a la televisión las fotografías donde ciertamente se ve con claridad que las condiciones del sitio en cuestión por mucho habían perdido la mínima condición de dignidad humana y que al final de cuentas, quizá un indicio criminal había hecho que la policía interviniera en el lugar buscando tal vez otra cosa. Lo cierto es que el hecho se destapó públicamente y terminó primeramente en la hospitalización de Mamá Rosa bajo supervisión policiaca y paralelamente el desmantelamiento de La Gran Familia, ya que los niños ahí internados fueron o bien devueltos a sus padres (los menos por cierto) y el resto trasladados a distintas partes de la república, de donde eran originarios, a vivir ahora en hospicios de sistema DIF, fundamentalmente.

A final de cuentas, la obra de Rosa Verduzco o Mamá Rosa, ha llegado a su fin. Tal vez no era el merecido, porque el manejo mediático que se le dio al tema condenó a Mamá Rosa como una vieja perversa que trataba a sus internos peor que animales, al principio poco se reparó en la obra de amor que por años y años esta peculiar señora profirió a los miles de desamparados que ella crió. Su aspecto hosco y ciertamente su férreo control disciplinario no es precisamente un imán de simpatías, por ello tal vez el escarnio público que ha recibido, pero no deja de ser injusto como le fue calificada y finiquitada su obra.

El caso de Mamá Rosa me recuerda ciertamente a San Juan Pablo II, que guardadas las dimensiones - y al final quien sabe qué tantas, porque son dos vidas entregadas al prójimo- porque la perversión y los abusos físicos y sexuales que son ahora denunciados en La Gran Familia, van de la mano con el envejecimiento y la propia incapacidad que esto consigo trae, de Rosa Verduzco, tal y como le sucedió a SS Juan Pablo II, que al final de su pontificado, el anciano y constreñido Papa no tuvo capacidad para controlar a su iglesia. La explosión de los casos de pederastia, la inmovilidad del Vaticano para responder a lo que su pueblo demanda en este nuevo milenio y la manga ancha que encontró Marcial Maciel para cometer su tropelías, no es más que la debilidad que por naturaleza aparece con personas de mucha edad.

Muchas lecciones se deben sacar del caso de La Gran Familia, pero desde la distancia injusto es culpar y no dimensionar lo que Rosa Verduzco ha dado por los demás, así como se le perdonó a San Juan Pablo II los yerros que la iglesia cometió particularmente al final de su papado, con esa benevolencia debe juzgarse a Mamá Rosa, sin solapar a nadie que haya cometido algún delito dentro de la ahora extinta Gran Familia.

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