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Mamá Rosa

Diálogo

YAMIL DARWICH

Los mexicanos nuevamente fuimos sacudidos con la información: las autoridades irrumpieron en las instalaciones de "La Gran Familia", orfelinato, escuela y reformatorio que dirigía Rosa Verduzco, una anciana de 80 años albergando a más de 600 personas, todas en condiciones deplorables.

Mamá Rosa, como le llaman en Zamora, Michoacán, es un verdadero mito urbano; historia digna de contarse, aunque las versiones de la misma sean encontradas.

Siendo una jovencita de 12 años, proveniente de una familia acomodada, recibió de manos de un seminarista a un niño de diez años de edad, quien supuestamente había sido abandonado por unos cirqueros que estuvieron en la ciudad. Ella lo cuidó, alimentó y adoptó, hecho para analizar y pensar si la historia es sólo romanticismo o es verdad, considerando que se trataba de una niña.

Con el paso del tiempo fue acogiendo menores en condiciones de abandono, algunos entregados por sus propios padres para que fueran corregidos por su mal comportamiento.

Atenderlos y jugar con ellos ocupaba parte de su tiempo y con los años algunos terminaron siendo sus auxiliares en la vigilancia del lugar; otros más abandonaron la casa-hogar y se reintegraron a la sociedad.

Las anécdotas de su actuar son variadas y contradictorias; van desde aquellas que la retratan como un ángel protector de los menores desvalidos, hasta ser denunciada por abuso y maltrato físico, retención involuntaria de personas y sospechas de inhumaciones clandestinas en los patios del lugar.

Al sorprendente descubrimiento que hicieran las autoridades federales, quienes irrumpieron en el lugar por orden del procurador Jesús Murillo Karam, asegurando que existen delitos a perseguir, se sumaron periodistas que atestiguaron la entrada de policías, todos ellos haciendo narraciones escabrosas de explotación, abuso sexual, maltrato y condiciones de vida infrahumanas a lo que eran sometidos los habitantes de la institución, acontecimiento que recuerda al sonado y triste descubrimiento del caso de "Las Poquianchis", de San Francisco del Rincón, Guanajuato, durante la segunda mitad del siglo anterior. Ellas eran cuatro hermanas: Delfina, María de Jesús, María del Carmen y María Luisa González Valenzuela quienes esclavizaban y explotaban sexualmente a jovencitas. Algunas de ellas, al no resistir las condiciones de la mala vida a la que eran sometidas morían y eran enterradas en el lugar, en el que también encontraron osamentas de fetos y niños.

Los castigos infrahumanos a quienes infringieran las reglas, incluidos encierros en calabozos por días y sin alimento, golpes, vejaciones y abusos sexuales entre los integrantes del lugar, son narraciones que podemos conocer por los medios de comunicación.

En contrario, opiniones a favor del desempeño de Rosa Verduzco son expresadas por políticos como el expresidente Vicente Fox y su esposa Martha Sahagún, zamorana, quien le apoyó durante el sexenio en que su esposo fuera primer mandatario, deportistas como Rafael Márquez y hombres de letras como Enrique Krauze.

A ellos se suman múltiples testimonios de agradecidos egresados que afirman se trata de una buena mujer y obra.

Las controversias se dan en un ambiente radicalizado y se advierte el ánimo de unos y otros por desvanecer las versiones de las contrapartes. El "sospechosismo" de nuevo aparece entre la sociedad mexicana, que nos lleva pensar se trate desde una intriga orquestada en contra de la mujer o, por el contrario, denuncia de una enorme violación a los Derechos Humanos que no fue atendida por decenas de años.

Considerando la edad de Mamá Rosa, no descarte su desconocimiento de los hechos que se verificaban sin su consentimiento. ¿Será?

No es el primer caso que los mexicanos conocemos y nos consterna; recuerde a la Villa de los Niños de Chalco o la Casita Feliz, instituciones en que se cometían abusos contra los internados.

Tampoco olvide la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, donde murieron niños asfixiados y quemados, por descuido de irresponsables.

En La Laguna hay excelentes instituciones de apoyo para los desprotegidos, pero no podemos dejar de ver en algunas de ellas sus carencias, sobre todo en lo económico y en la falta de capacitación técnica y profesional, que a pesar de sus mejores intenciones las hacen ineficientes en la formación integral.

Esta realidad social es responsabilidad de todos nosotros, incluidas las autoridades:

Los ciudadanos que no somos solidarios y mucho menos subsidiarios con tales instituciones y las autoridades, que por incapacidad o negligencia no supervisan el cumplimiento de las condiciones del servicio para las que fueron creadas.

Bueno sería recordar aquello de "cuando veas las barbas de tu vecino cortar..." y exigiéramos a las autoridades supervisaran y pusieran mayor atención a esas instituciones de solidaridad social.

A nosotros, los ciudadanos, nos convendría que reaccionáramos y las apoyáramos con recursos materiales, incluido el dinero y con nuestra atención y apoyo donándoles algunas horas de trabajo especializado, según nuestras posibilidades de aportar. ¿No le parece?

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