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El fotógrafo 'artesano'

Moda y seducción a través del objetivo de Barbieri

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El fotógrafo italiano Gian Paolo Barbieri ha consagrado su vida a lo que él denomina la "artesanía de la imagen”, convirtiéndose en el retratista de cámara de las más importantes estrellas del mundo del espectáculo del siglo XX y firmando las portadas de las revistas de moda más influyentes.

Bajo el título Gian Paolo Barbieri: La seducción de la moda, el centro Saint-Benín de Aosta, en las faldas de los Alpes italianos, abrió sus puertas a una muestra conformada por las fotografías que este artista realizó principalmente para la revista Vogue, en lo que constituye una panorámica de su nómina, marcada por una intensa atmósfera cinematográfica, sagaz y atrevida.

Barbieri nació en 1938 en la cuna de la moda italiana: Milán, en el seno de una familia de sastres.

Durante una entrevista, el artista reconoció que la estética cinematográfica de sus obras sienta su origen en un sueño de juventud: llegar a trabajar en la que por entonces era considerada otra Meca del cine mundial, los estudios romanos de Cinecittà.

"No sabía nada de moda e intentaba llegar a Cinecittà porque mi sueño era trabajar en el cine, aunque no sabía qué labor podría desempeñar en esta industria", confesó.

Entre bambalinas y decorados, comenzó a destacar por sus fotografías del reparto de las diferentes películas que allí se rodaban, unas producciones destinadas a salir de Roma al mundo para construir lo que el artista definió orgullosamente como el "made in Italy", la marca Italia.

Barbieri recordó que, tras varias recomendaciones y ayudas por parte de algunos compañeros, consiguió una beca para trabajar como fotógrafo en París, donde tuvo la oportunidad de desempeñarse como asistente del fotógrafo de Harper's Bazaar, Tom Kublin.

Alcanzar un sueño

Su fama comenzó a crecer hasta tal punto que la por entonces directora de Vogue América, Diana Vreeland, le propuso un contrato de nueve meses en Estados Unidos para elaborar los reportajes fotográficos de esta prestigiosa publicación, algo que rechazó de plano.

"Soy muy reservado y muy tímido. Me encontraba muy bien en Italia con mi familia, mis seres queridos y mis amigos. Diana me adoraba y finalmente me ofreció trabajar en Vogue Italia con un presupuesto de 600 mil dólares al año. Una fortuna por entonces", comentó divertido.

Por entonces, Italia vivía su 'Dolce Vita', entre las décadas de 1950 y 1960, un periodo que le acogió para ofrecerle un periodo mágico.

"En este periodo, Roma era una ciudad muy abierta, llena de salones y de bares y en la que trabajé con Ava Gardner, Federico Fellini, Marcello Mastroiani o Lucchino Visconti", rememoró.

Una Italia muy diferente a la actual, degradada, según sus propias palabras, "por las malas prácticas políticas" que ha padecido en las últimas décadas, pero que aún continúa siendo "muy apreciada y admirada" en todo el mundo.

Tesoros de la moda

De entre todos los trabajos que ha realizado, uno de los que conserva con especial cariño es un retrato de Audrey Herpburn, en el que la protagonista de Vacaciones en Roma (1953) y Desayuno con diamantes (1961) aparece en 1969 envuelta en un voluminoso chal de Valentino a modo de vestido.

Otro de los que señaló Barbieri durante la entrevista, como uno de sus trabajos más importantes es el que realizó para la edición francesa de Vogue en 1974, en el puerto de Sudán.

En esta imagen puede verse a una mujer ataviada de un vaporoso vestido blanco en estilo años veinte que observa cómo una grúa carga un dromedario en un enorme buque mercantil atracado en el puerto sudanés, que, según explicó, fue bloqueado por un magnate local para la realización de la instantánea.

Tras una carrera de retales y estilismos, Barbieri también ha optado por despojar al ser humano de cualquier atisbo de moda para mostrar el desnudo, siempre evitando "caer en la vulgaridad".

Para argumentar su punto de vista, el artista citó a escultores clásicos como Praxíteles o Lisipo, "los primeros en defender el desnudo y la sexualidad".

"Todos los grandes artistas se han centrado en algún momento en el desnudo que, por desgracia, ha sido coartado por el catolicismo, que durante siglos lo ha prohibido y ha difundido la idea de que se trata de algo feo", reivindicó.

Obsesión por la imagen

Gian Paolo Barbieri nació en 1938 en Via Mazzini, en el centro de Milán, en una familia de comerciantes de telas. Justo en el amplio stock de telas de su padre, adquirió las habilidades que le serían de utilidad en la toma de su fotografía de moda. Al igual que otros grandes, Armani, por ejemplo, es el teatro, el que le permitió ejercer una poderosa apelación a la imaginación, tanto que lo llevó a entrar en la escuela de actuación del Teatro de Arte, entre 1956 y 1957.

Junto con dos amigos formó "El Trío", con quienes realizó proyectos escénicos y dramas sentimentales como: Queen, La Traviata y Un tranvía llamado deseo. Más tarde obtuvo un pequeño papel sin dialogo en Medea de Luchino Visconti con Sara Ferrati y Memo Benassi. Convertido en un actor, diseñador de vestuario y operador, trabajó junto con “El Trío”en la reconstrucción de algunas partes de películas famosas como La ruta del tabaco, La vida de Toulouse Lautrec y Sunset Boulevard.

Fue el cine americano de los años cincuenta una base importante para él; las obras de teatro de Tennessee Williams y actores como James Dean, Marlon Brando o incluso actrices como Lana Turner y Ava Gardner -mujeres hermosas iluminadas por una luz especial- lo que lo fascinó.

Barbieri iba al cine tratando de entender cómo estas divas del cine podían ser tan hermosas. Cuando regresaba a casa experimentaba con todo lo que tenía en la bodega para recrear esa luz, tomaba las bombillas de luz y las metía en las tuberías de la estufa, pero con el tiempo aprendió a servirse de los reflectores de Fresnel, algo que no sabía por no haber asistido a ninguna escuela de imagen. El cine le dio una sensación de movimiento y la oportunidad de llevar la moda italiana, nacida en un fondo blanco en la plataforma, al exterior, dándole un alma diferente.

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