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Un voto por el fin del cacicazgo en Coahuila

Ciudad posible

ONÉSIMO FLORES DEWEY

El próximo 6 de julio los coahuilenses elegirán diputados locales. A simple vista, el menú que presentan los 14 partidos con registro en Coahuila parece amplio. En la lista hay hombres y mujeres, jóvenes y viejos, activistas, empresarios y políticos profesionales. Según el distrito que corresponda, los ciudadanos podrán elegir a un exatleta Olímpico, a un exrector, a un exregidor, a un exalcalde o a una excoordinadora de un Banco de Alimentos. Podrán sufragar por partidos nacionales como el PRI, PAN o PRD, por más de media decena de minipartidos locales o respaldar a un puñado de candidatos independientes. Ya suenan en la radio los jingles y funcionan las redes sociales de los candidatos. Ya podemos comparar sus fotos de estudio, sus mítines, sus discursos, sus eslóganes y sus propuestas.

Existen muchas consideraciones válidas para decidir un voto. Algunos electores votan por el candidato que más se parece a ellos; otros escogen al más guapo. Algunos evalúan lo que el candidato hizo en el pasado; otros prefieren enfocarse en lo que promete hacia el futuro. Muchos respaldan al candidato que conocen personalmente; otros sólo apoyan a quien postula el partido de su preferencia. Algunos votan por quien asume posiciones inamovibles; otros respaldan a quien parece dispuesto a modificar sus puntos de vista. Hay quien revisa dos veces la plataforma de cada partido; otros votan por el candidato más simpático. Independientemente del método, elegir entre tantos partidos y candidatos es una tarea normalmente complicada. Sin embargo, tras nueve años de aplastantes mayorías legislativas en Coahuila -en los que el poder absoluto corrompió absolutamente- los electores enfrentan una decisión simple.

Coahuila no vive una normalidad democrática que permita darnos el lujo de decidir en base al carisma de los candidatos o a las propuestas de los partidos. Lamentablemente estos factores representan distracciones de lo que realmente está en juego. Podemos votar para oxigenar la política del estado o para prolongar el dominio de un pequeño grupo. Podemos votar para recuperar un sano equilibrio de poderes o para entregarle un nuevo cheque en blanco al Moreirato. Podemos votar para darle independencia política a nuestros legisladores, o para preservar un contexto de simulación que obstaculiza la rendición de cuentas. Independientemente de cuál candidato nos caiga mejor o de qué partido nos guste más, es urgente votar para establecer un contrapeso republicano.

La ausencia de equilibrios en el Congreso permitió al exgobernador Humberto Moreira disponer del presupuesto de Coahuila como si fuese su patrimonio personal, pervertir nuestras instituciones hasta convertirlas en nidos de corrupción y llevar al estado hasta la quiebra. La mayoría absoluta del PRI permitió al exgobernador Jorge Torres esconder el desorden administrativo que dejó su antecesor, legitimar la megadeuda, e hipotecar por 20 años el 82.6% de nuestras participaciones federales y el 100% del Impuesto Sobre Nóminas. La sumisión de los actuales legisladores permite al gobernador Rubén Moreira proteger a quienes se enriquecieron a costa del erario y apostarle al olvido. Durante nueve años los electores hemos permitido que el gobernador en turno sea dueño y señor del Congreso. Con nuestros votos, pusimos a Humberto y a Rubén al volante de un vehículo sin frenos, y hoy sufrimos las consecuencias. Sería absurdo votar con la misma ingenuidad y esperar un resultado distinto.

Algunos de los candidatos postulados por la alianza formada por el PRI y sus 7 partidos satélites me recuerdan a los mejores legisladores que hemos tenido: honestos, respetables, conocidos. Sin embargo, a la hora de la verdad ninguno hizo preguntas, ninguno dijo basta, ninguno nos representó. Ya sea por convicción o sometimiento, todos siguieron la línea que les marcaron. A pesar de sus talentos individuales, estos legisladores asumieron su rol como pequeños engranes de la maquinaria, incapaces de influenciar el rumbo o modificar la velocidad de las decisiones. Flotaron con la corriente, defendieron lo indefendible, ignoraron lo evidente. Este juicio puede parecer injusto, pero no encuentro un solo ejemplo de un diputado local de la bancada mayoritaria en las últimas tres legislaturas que haya puesto los intereses de los ciudadanos por encima de los intereses de la familia Moreira. En otro contexto la construcción de una mayoría legislativa hubiese servido para impulsar un gran proyecto de gobierno. En Coahuila esta mayoría legislativa sólo ha servido para esconder errores, legitimar excesos, y convertir al gobernador en cacique.

No permitamos que el ruido nos confunda. Este 6 de julio la alternativa es muy sencilla: votar por la alianza de partidos que quiere prolongar el cacicazgo o votar por quienes buscan acotarlo.

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