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La otra cara de la migración

ALGUNOS SÍ HAN OBTENIDO UNA MEJOR CALIDAD VIDA AL ENCONTRAR OPORTUNIDADES DE TRABAJO

Trabajo legal. Orgulloso de sus logros, Federico labora en un invernadero en Leamington, en Ontario.

Trabajo legal. Orgulloso de sus logros, Federico labora en un invernadero en Leamington, en Ontario.

AGENCIAS

María de la Luz se pone a hacer cosas para entretener su mente. A veces limpia su casa que está en San Lucas Tecopilco, Tlaxcala; otras ve la tele, platica con su suegra o ve por la ventana que está frente a su estufa quién llega. Ella mira en caso de que sea el día de que su esposo Inés regrese de Canadá a donde se fue a trabajar.

"Me pongo a hacer cosas para entretener la mente, para no pensar, para no ponerme a extrañar a mi esposo que está muy lejos y que no podré ver pronto", dice María entre lágrimas.

Una semana antes, camino a la granja Dutchmaster Nurseries, en Toronto, Inés cuenta que una vez casi le dio hipotermia, luego de haber trabajado casi cinco horas al aire libre talando árboles en uno de los días más fríos que él recuerda que ha vivido en Canadá.

En la memoria vuelve a sentir el ardor en sus manos y el cuerpo casi paralizado. Recuerda que entonces corrió hacia la camioneta que le prestaron por esa jornada para trabajar en la granja y rápidamente prendió la calefacción y se quitó sus gruesos guantes impermeables, unos minutos después, cuando recobró un poco las fuerzas, bebió el café que había comprado unas horas antes y entonces pensó en lo que podrían estar haciendo su esposa María de la Luz y sus dos hijos, pero era inútil pensar en ellos porque estaban muy lejos. Ellos se encontraban a ocho meses de distancia.

Para los mexicanos que viajan a Canadá para trabajar como jornaleros como parte del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT), como Inés, las fronteras entre el tiempo y la distancia se desdibujan. Los 3 mil 626.62 kilómetros que separan a México de Canadá son sólo una abstracción, y entonces la distancia se mide por los meses que pasarán antes de volver al país con su familia.

Hace 39 años -en junio se cumplen 40- el gobierno mexicano y canadiense firmaron un acuerdo bilateral para desplazar trabajadores estacionales a las regiones canadienses de mayor actividad agrícola. El acuerdo es implementado a través del PTAT.

Contrariamente a lo que sucede con las migraciones desregularizadas internas y las indocumentadas a Estados Unidos, las migraciones a Canadá están estrictamente reguladas para impedir desajustes en la relación oferta-demanda de la mano de obra.

Son las 6:30 de la mañana hora de Canadá (5:30 am en la Ciudad de México), el aeropuerto Pearsons de Toronto está en calma, apenas unas cuantas personas cruzan el umbral de puertas corredizas de las llegadas internacionales.

Una mujer rubia de cabello corto, ojos verdes y brillantes, Betty Ann Giffort, con celular en mano se para frente a la puerta y mira a todos los que salen por ella. Entonces recibe una llamada y con una voz con acento extranjero anuncia "ya llegaron". Acto seguido, por esa misma puerta sale un grupo de mexicanos que ha llegado a Toronto para pasar una temporada de ocho meses como trabajadores agrícolas.

Betty Ann los abraza como bienvenida y ellos a ella, del tipo de abrazo que se da cuando se extraña. Betty Ann es su jefa en la granja Dutchmaster Nurseries, que se encarga de criar árboles para su posterior venta, aunque según afirmarían posteriormente sus trabajadores, ella es casi como su hermana.

"Imagínate, en el tiempo que estamos aquí, ella y su esposo y sus hijos se convierten en una familia para nosotros. Es una buena jefa, nos tratan muy bien aquí", afirma Inés y sus compañeros de trabajo asienten.

La contratación se realiza durante los meses de febrero a septiembre, pero la mayor demanda se encuentra entre abril y julio. La gran mayoría, un aproximado de 70% de los trabajadores se emplea con el mismo agricultor canadiense. Se le conoce como trabajador nominal requerido por el granjero, esto porque los piden por nombre. Lo cual ha facilitado la formación de redes de relación entre los trabajadores y los productores canadienses.

Después de que todos los trabajadores saludan a Betty a quien los jornaleros mexicanos apodaron como "Lola la Trailera," ya que desde joven ha sido una ávida chofer de este tipo de transporte, todos se suben a un camión para ser llevados a la granja. Durante el camino los primeros rayos de sol del día se reflejan en los lentes naranja tornasol que usa Inés, quien platica que de los 12 años en que ha ido a trabajar a Canadá, todos los ha pasado en la granja de Betty Ann.

Ken Forth, presidente de Servicios de Administración de Recursos de Agricultura Extranjeros en Ontario (FARMS, por sus siglas en inglés), informó que todos los trabajadores que forman parte del PTAT ganan 10.33 dólares canadienses la hora y que a partir de junio la cifra se aumentará a 11 dólares para los 18 mil 499 trabajadores mexicanos en este sistema.

Del trabajo que Inés realiza en la granja canadiense, María de la Luz recibe en Tlaxcala 5 mil pesos a la semana, los cuales ocupa para la manutención propia y de su suegra, así como para apoyar a dos de sus hijos que ya tienen 25 y 22 años cada uno, aunque ellos trabajan en el Distrito Federal. También el dinero lo ahorra para cuando su esposo se retire, "cuando ya no tenga las fuerzas para trabajar" o en caso de emergencias.

"Hace como dos años me empecé a sentir muy mal y era la vesícula, me la tuvieron que sacar. Imagínate, mi esposo estaba allá en Canadá, entonces mis hijos son los que me llevaron al hospital y gracias a que tenemos el dinero que nos manda mi marido, fue que pudimos pagar, si estuviéramos como antes, no habría sido posible", explica María de la Luz.

"Él también se ha enfermado, una vez casi le dio hipotermia y otra casi neumonía, pero a él como parte de sus prestaciones, tiene seguro médico y lo atienden gratis y eso está muy bien", dice.

Todos los trabajadores mexicanos que forman parte del PTAT tienen seguro médico que se descuenta automáticamente de su salario, el cual representa aproximadamente 5% de éste, por lo que en caso de solicitar atención médica pueden ingresar a cualquier hospital en Canadá sin tener que pagar por ello.

Además, en la mayoría de los casos los trabajadores no deben pagar por su alojamiento en Canadá, ya que de las 800 granjas que reciben a trabajadores mexicanos, casi todas ofrecen casas para sus trabajadores sin costo adicional, informó en entrevista el presidente de FARMS.

Inés tiene licencia de manejo para poder operar los tractores en la granja y la muestra con orgullo, "porque no todos los trabajadores tienen de éstas, me pidieron que la sacara para que trabajara aquí en eso porque manejaba bien", y precisamente fue conduciendo como conoció a su esposa.

"Él manejaba un camión del servicio de limpia del DF y yo trabaja también ahí, pero en la calle. Un día él se estacionó junto a mí y nos pusimos a platicar, pasó el tiempo y coincidimos en una fiesta, yo tenía 17 años, y tres días después ya vivíamos juntos", cuenta María de la Luz.

A partir de entonces, él se la llevó a Tlaxcala, lugar del que provienen 40% de los jornaleros del PTAT, con los padres de él, donde ambos trabajaban en el campo, pero lo que ganaban ahí no les alcanzaba, no tenían una casa propia y a veces les faltaba la comida.

"La verdad es mucho sacrificio, hay días en que lo necesitamos mucho aquí y es muy difícil, pero al mismo tiempo ya logramos hacernos de nuestra casa, de nuestro terrenito y sacar a nuestros hijos adelante y debemos ver para el futuro", señala la esposa de Inés.

Mientras cocina, ve por la ventana que da hacia afuera, sólo se ven llanuras vacías de pasto semiseco y algunos nopales, pero María sabe que en noviembre, cuando hayan terminado los ocho meses, por ese mismo paisaje verá llegar a su esposo.

'Nadie nos va a dar de comer'

Su mayor orgullo es que su hija se haya titulado como criminalista. Federico dice que su deber como padre de familia es que sus hijos "logren sobresalir en la vida" y que por esa razón está dispuesto a trabajar en otro país.

El calor que se siente entre los matorrales del invernadero contrasta con la temperatura helada que se siente en el exterior. Federico avanza con su grúa mecánica entre las enredaderas de jitomates verdes, amarillos, rojos y cafés que crían en la granja Lake Side, ubicada en la localidad de Leamington, en Ontario, Canadá.

Esa población es peculiar porque contiene la mayor concentración de trabajadores mexicanos de todo el estado y Canadá, en total suman poco más de 3 mil trabajadores, los cuales la mayoría labora en alguno de los invernaderos que abarcan alrededor de 900 hectáreas de invernaderos.

Federico es originario de Atlacomulco, Estado de México, estudió hasta sexto de primaria y su esposa Esther sólo estudió hasta segundo, ambos concibieron a seis hijos, una de ellas ya se casó, otra se hizo criminalista y los demás estudian la secundaria o la preparatoria.

"Si no le echamos ganas y no le buscamos quién nos va a dar de comer, pues nadie. Hasta para trabajar limpiando obras públicas piden mínimo la preparatoria", dice.

De acuerdo con información de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), los trabajadores, hombres y mujeres, que participan son solicitados por los productores canadienses y seleccionados por México, deben cubrir un perfil ocupacional específico: tener experiencia agrícola en los cultivos requeridos, ser campesinos o jornaleros, tener entre 18 y 45 años de edad, y ser casados o el sostén familiar (en el caso de las mujeres). Debido a esto, la mayoría es joven, campesino sin tierra, con bajos niveles de educación, no sabe hablar inglés ni francés, no lleva consigo a su familia y proviene de regiones rurales del país.

"A pesar del grado de estudios que me dieron mis papás, no me hago para atrás, sino que le voy echando ganas para adelante, porque mi deber es pagarles que el transporte, los zapatos, el uniforme, su desayuno y a veces con tantos hijos cuesta más trabajo", afirma Federico.

Además, la esposa de Federico se dedica a la venta ambulante de rebozos, labor a la que él se une en los cuatro meses que pasa en el país "para completar para lo que falte".

Al preguntarle si vale la pena pasar ocho meses trabajando en otro país, Federico se queda pensativo y mira hacia el techo del invernadero, luego frunce el ceño y responde: "Pues sí, es mi deber, es mi obligación. Yo quiero que mis hijos aprovechen lo que yo les puedo dar y que a mí nadie me lo dio. Una de mis hijas se dio cuenta y estudió, hizo su tesis y se tituló, yo quiero que mis demás hijos también aprovechen y que no vean la crisis, sino el sacrificio y que le echen ganas".

'La idea es que él traiga dinero y más ahorita'

En el salón vacío de la entrada, donde debería ir el comedor y la sala, Brenda coloca dos sillas de madera tallada rústicamente para llenar un poco el espacio. Hace tan sólo una semana su esposo Ramón estuvo en uno de los asientos que ella acaba de poner, pero él ya no está aquí y muchas de las cosas que Brenda dice que deberían estar, tampoco.

Ella indica con el dedo dónde pondrán los pisos de cerámica para cubrir la base de cemento, se pasea por la planta baja y señala dónde irán los demás muebles, los cuales dice que espera poder comprar este año cuando regrese su esposo de Canadá, donde trabaja como jornalero agrícola. Para cuando Ramón regrese, ella espera que los tres baños estén acabados de construir y que su primer hijo ya esté en sus brazos.

Brenda tiene cuatro meses de embarazo y sabe que su esposo no estará con ella el día de su parto. Su esposo viajó a finales de marzo a Canadá y deberá permanecer ahí por ocho meses.

Aunque Eusebio del Cueto, cónsul titular del consulado de carrera de México en Leamington, Canadá, afirma que los jornaleros mexicanos que pertenecen al Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) pueden viajar a México en caso de alguna emergencia sin romper su contrato, Brenda dice que su esposo se esperará hasta noviembre para conocer a su bebé que para entonces tendrá tres meses de nacido.

"Es triste porque quisiera que él estuviera aquí cuando nazca, pero esto ocurrió de imprevisto, no lo teníamos planeado. La idea es que él traiga dinero y más ahorita con lo del bebé", afirma.

Cada mes, Brenda recibe 20 mil pesos, los cuales dice que distribuye en la construcción de su casa ubicada en el poblado de Santiago Xochimilco, Tlaxcala; para sus alimentos, las cuentas y ahora también para el médico y ahorrar para el parto.

De acuerdo con Del Cueto, 70% del salario de los trabajadores se utiliza para el envío de remesas que en algunos casos, afirma, es utilizado para montar sus propias granjas en México, aunque señala que la mayoría de los trabajadores no invierte su dinero y sólo lo usa para el consumo diario. En total, al año se estima que son enviados más de 41 millones de dólares a México bajo ese concepto.

Brenda y Ramón se casaron hace siete años, pero a los cuatro meses de casados él decidió irse a trabajar a Estados Unidos. Por dos años, Ramón estuvo como ilegal en un autolavado de autos y como lavaloza en un restaurante, pero el dinero que ganó producto de esos trabajos, sólo le alcanzaba para sobrevivir en ese país. Por lo que cuando Brenda volvió a ver el rostro de su marido, éste le dijo que se iría de nueva cuenta a trabajar al extranjero, pero esta vez de forma legal a Canadá. El papá de Ramón, don Máximo Alejandro había trabajado como jornalero agrícola en el PTAT desde que su hijo Ramón iba en primaria, por lo que Ramón decidió unirse también a ese programa.

"Me acuerdo que cuando me fui por primera vez, hace 22 años, mi hijo se agarraba de mi pierna y lloraba y ahora los dos estamos trabajando juntos", afirma don Máximo, quien se irá a Canadá a principios de mayo y también se quedará ahí por ocho meses. Son las nueve de la mañana y la temperatura es de cinco grados centígrados en la granja Deutchmaster Nursery, en Toronto, Canadá.

Con pasos lentos, pero firmes, Ramón se abre paso entre la nieve y quita una lona que cubre un invernadero, luego con sus compañeros sube los árboles para su entrega, los acomodan en largas filas muy ordenadas unos junto a los otros, cada uno en el lugar donde deberían estar.

39 AÑOS

Han pasado desde que México firmó el acuerdo.

Luz. María de la Luz, quien muestra las fotos de su familia, dice que extraña mucho a su esposo a quien sólo puede ver cuatro meses al año.
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