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El maíz transgénico: principio precautorio (I)

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Desde que se produjo la primera planta transgénica en 1983 y desde que Monsanto en 1986, crea la primera planta genéticamente modificada, se produce también una gran incertidumbre ampliamente generalizada, que dio origen casi de inmediato a una serie de convenios y protocolos internacionales encaminados a ponerle candados a la comercialización de los nuevos cultivos creados artificialmente, esto es, cultivos de plantas obtenidas a partir de un organismo al cual le han incorporado genes de otro para producir las características de interés.

¿Por qué sentimos que dicho conocimiento logrado no es seguro?, ¿por qué pensamos que no es fiable y nos genera inquietud? La repuesta es muy sencilla, estos novedosos cultivos podrían llegar a dominar la industria alimentaria y entonces sólo comeríamos alimentos transgénicos o genéticamente modificados, y no está claro si afectan o no la salud humana.

Frente a estos nuevos descubrimientos la sociedad organizada y los diferentes países que se reunieron en la Conferencia de las Naciones Unidas de Río de Janeiro en 1992, firmaron el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, es el primer documento en el que se expresa la preocupación antes mencionada, "este acuerdo fue creado como respuesta a las preocupaciones internacionales sobre los efectos potenciales de los organismos genéticamente modificados sobre la biodiversidad y la experimentación de los mismos en países en vías de desarrollo."

Los objetivos del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) se pueden resumir en la siguiente forma: La preservación de la biodiversidad, el uso sostenible de sus recursos y por último el reparto justo y adecuado de los recursos genéticos. La protección de la biodiversidad se encomienda a los estados, los que deben "desarrollar estrategias, planes o programas para la conservación y el uso sustentable de la diversidad biológica". Estas medidas deben incluir acciones apropiadas para "prevenir la introducción, el control o erradicación de especies exóticas que amenacen ecosistemas, hábitats o especies.

En el artículo 19 del CDB, en su apartado 3, expresa claramente la intención de profundizar en el tema de los recursos genéticos: "se estudiarán la necesidad y las modalidades de un protocolo que establezca procedimientos adecuados, incluido en particular el consentimiento fundamentado previo, en la esfera de la transferencia, manipulación, y utilización de cualesquiera organismos vivos modificados resultantes de la biotecnología…" este convenio fue ratificado en 1993.

No obstante, el despliegue y cabildeo de las corporaciones multinacionales consiguieron que en 1996 se sembraran comercialmente los primeros cultivos transgénicos, y de inmediato fueron incorporados a los alimentos que se consumen en el mundo entero.

Seguramente, debido al incremento en la superficie de siembra de los transgénicos mostrada en la década de los noventa, la sociedad se movilizó y ratificó a principios del año 2000 el protocolo de Cartagena. Este protocolo, basado en el principio precautorio, emergió como resultado de negociaciones internacionales para regular el movimiento transfronterizo y uso de los Organismos Vivos Modificados e insta a las partes a "tomar en cuenta riesgos a la salud humana".

La "esencia" del principio precautorio en el Protocolo de Cartagena está contenida en la evaluación del riesgo. La formulación predominante en este protocolo dice: "El hecho de que no se tenga certeza científica por falta de información y conocimientos pertinentes suficientes sobre la magnitud de los posibles efectos adversos de un organismo vivo modificado en la conservación y utilización sustentable de la diversidad biológica... teniendo también en cuenta los riesgos para la salud humana, no impedirá a esa Parte, a fin de evitar o reducir al mínimo esos posibles efectos adversos, adoptar una decisión, según proceda, en relación con la importación de ese organismo vivo modificado destinado para uso directo como alimento humano o animal o para procesamiento."

No obstante todos estos intentos de aplicar sentido común al uso de los transgénicos, la ambición y la búsqueda del poder que da el control alimentario mundial, desencadenó un despliegue impresionante que llegó en 2009 a una superficie de siembra de 134 millones de hectáreas con cultivos transgénicos, la mayor parte de ésta en países como Estados Unidos, Brasil, Argentina y Canadá.

Uno de los cultivos transgénicos más sembrados en el mundo entero es el maíz, nuestro maíz, porque no debemos olvidar que somos como país, el centro de origen y diversificación de este importante cultivo que hoy es cosmopolita, y que no necesitó genes "extraños" para adaptarse a prácticamente todas las regiones del globo terrestre. Hasta ahora, las multinacionales no han podido conseguir el permiso para la siembra del maíz transgénico.

Gracias a la participación de organizaciones civiles y de un buen número de celebridades, el Juzgado Federal Décimo Segundo de Distrito en Materia Civil del Distrito Federal, recientemente, emitió una medida precautoria en la que ordena la suspensión de permisos a las corporaciones multinacionales como Monsanto y Pionner, para la siembra experimental, liberación y comercialización de maíz transgénico en México.

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