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La Carta Magna, base del federalismo y la paz

Luis Maeda Villalobos

La ciudadanía confundida por el desorden político y económico del país, desconoce que la causa principal de los males de México, es la falta de la observancia de la norma, prevaleciendo sólo los intereses particulares y partidistas, sin sentimiento de nación. El panorama general manifiesta que se ha perdido el rumbo, porque por un lado se soslaya la ley y por otro, la hacen tan elástica que se acomoda a los intereses muy ajenos a la idiosincrasia de los mexicanos.

En la mente general del ciudadano común, se aprecia que la extrema izquierda, representada por el sol de la esperanza y los grupúsculos rábanos (rojos por fuera pero blancos por dentro), con el derrumbe de su madre patria –la URSS-, han cambiado de táctica, del sueño quimérico de la dictadura del Estado, del proletariado, del hegemonismo, de la dialéctica materialista, para tomar por el rumbo del neoliberalismo con la misma tendencia, sin considerar que la patria tiene un origen, una tradición nacida con la independencia y una historia que habla de una evolución económica, política y social, también muy propia.

Se luchó por separar la iglesia del Estado, se constituyó la Carta Magna en 1857 y la Revolución Mexicana dio a la luz una nueva Constitución en 1917, que es la norma de conducta que hay que observar para ejercer el federalismo y caminar en paz. Nace así la columna vertebral del constitucionalismo, que sólo será el artífice de una nueva patria con metas de un desarrollo sostenido o sustentable.

Sentadas las bases, son criticables entonces todos los partidos que se alejen de la norma y traten de implementar ideologías exóticas o doctrinas religiosas que nada tienen que ver en las cosas de la administración del Estado, pues serán apátridas aquellos que atenten contra la integridad y la soberanía del país.

No pertenecemos a Rusia, Chile, Brasil, Francia o Cuba, representantes de la rojería mundial, ni tampoco a Roma a pesar del fanatismo y la ignorancia, que hace bastante daño al progreso de México.

El fundamento del sentimiento de nación nace en los preceptos de la norma y en la norma de los actos morales que el humano ejerce desde el nacimiento.

Y cuando éstos son repetitivos y no causan daño o extrañeza, quiere decir que son aceptados como actos éticos, que son la base de la Ley. El conjunto de normas o leyes, constituyen la Carta Magna de un país, como un común denominador, que rige los destinos en armonía y paz, con el respeto a la libertad de pensamiento y de cátedra, de la justicia igualitaria en el derecho humano, a la vida y al bienestar.

Es oportuno el momento de recordar que es muy demagógico y poco pragmático, el uso común, como bandera, en las políticas actuales, de la palabra DEMOCRACIA, ignorando que semánticamente significa, el poder del pueblo para elegir a sus gobernantes, sí, pero sin ningún orden, propiciando que los partidos luchen por sus propios intereses, menos por el progreso y el desarrollo del país y la paz.

La investigación del error histórico de la aceptación de la palabra DEMOCRACIA, nos llevó de la mano hasta los pensamientos de los filósofos griegos presocráticos y encontramos que Pitágoras acuñó el término DEMOKRASIS, muy semejante a democracia, pero teniendo el significado de gobierno elegido libremente por el pueblo, sí, pero con krasis, que significa armonía y orden.

Esto lleva a considerar que quien se nomina en la actualidad líder mundial y ejemplo de la democracia, los Estados Unidos de Norteamérica, vive en un orden aparente, apreciándose en el fondo la rebatinga de los partidos, en su lucha por el poder, alejándose de la verdadera justicia, ejerciendo así una dictadura solapada por la democracia, en un pueblo ciego, endeudado permanentemente, que trabaja duro para poder pagar lo que debe, en forma continua.

Aquí en México, el error histórico ha permitido la pluralidad de partidos de distintas ideologías y doctrinas, pero cuando un partido sale triunfador en supuestas legítimas votaciones, los demás se convierten en acérrimos enemigos y obstaculizan sus programas, convirtiendo al país en un conglomerado humano, desordenado en todos sentidos.

Políticas experimentales, programas económicos erráticos, sin estímulo a la producción, dependiente de las importaciones para mitigar el hambre y la pobreza de muchos millones de mexicanos.

Esto y más nos obliga a ser sensatos, a encontrar el verdadero sentimiento de nación, en un federalismo sustentado en la Constitución y así salir del oscurantismo ejercido por intereses egoístas, ajenos a la idiosincrasia nacional.

Estas ideas no son dogmáticas. Tienen el sustento en los hechos históricos y en pensadores de la calidad de Ricardo Flores Magón y su hermano, quienes con su pluma estimularon a la caída de la dictadura, acuñando las palabras de Tierra y Libertad, que adjudican a quien no repartió, con su espíritu supuestamente agrarista, un metro de tierra a los campesinos.

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