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Escuelas de calidad, ¿son posibles?

Rolando Cruz García

Desde los inicios del desafiante siglo XXI, en México se anuncia, para la educación básica, la imperiosa necesidad de reconocer aquellas prácticas educativas exitosas y consideradas como “de calidad”, sin tener claro que dicho concepto nace en el mundo empresarial y se traslada acríticamente al mundo escolar.

Al hablar de calidad en el ámbito educativo no podemos dejar de considerar que las escuelas alcanzan esta característica deseable cuando son eficientes, eficaces, productivas, efectivas, competitivas y globalizadas; cabría preguntarse ¿Nos queda clara la diferencia entre cada uno de estos indicadores? ¿Cuántas de nuestras escuelas reúnen dichas características?

Pareciera que la mayoría de las escuelas pertenecientes al PEC (Programa de Escuelas de Calidad SEP) privilegia los aspectos tecno-burocráticos que hay que cumplir para allegarse los recursos que dicho programa ofrece a todas aquellas instituciones que reúnan (al menos en el papel) una serie de atributos deseables, que muchas de las veces se quedan en el plano declarativo, y no priorizan la formación de los estudiantes, cuando la propia secretaria de Educación Pública lo declara así: “Una educación básica de buena calidad debe formar en los alumnos el interés y la disposición a continuar aprendiendo a lo largo de su vida, de manera autónoma y autodirigida; a trasformar toda experiencia de vida en una ocasión para el aprendizaje” (SEP, 2001).

Dentro de la política de transformación de la gestión escolar, perfectamente se alude a la promoción de la transformación de la organización y al funcionamiento de las escuelas de educación básica. Para ello se busca redimensionar la función directiva, sobre todo hacia el fortalecimiento de las competencias profesionales y las funciones académicas; lo que se busca es impactar en el mejoramiento continuo de las escuelas.

Como puede observarse, la palabra calidad y el programa referente: PEC (Programa Escuelas de Calidad), van apareciendo desde el proceso vivido en la década de los 90’s. A partir de 2000, se busca una operacionalización adecuada y se lanzan convocatorias dirigidas a las entidades federativas y a las escuelas de educación básica que deseen transformar su práctica educativa.

Desde su más reciente declaración de principios, el programa declara: “El propósito general del PEC es mejorar la calidad de la educación que se imparte en las escuelas públicas de educación básica, con base en el fortalecimiento, articulación y alineación de los programas federales, estatales y municipales, a través de la construcción de un nuevo modelo de gestión escolar con enfoque estratégico, que permita transformar la cultura organizacional y el funcionamiento de las escuelas públicas que voluntariamente se incorporen al programa, enfocado a la mejora de los aprendizajes de los estudiantes, la práctica docente, la participación social y la rendición de cuentas” (Diario Oficial, SEP, 2007).

En este sentido, el PEC se concibe como un instrumento de apoyo a la coordinación de la política educativa, pero que tiene que responder a los estándares de calidad construidos por los bancos mundiales que prestan el recurso financiero.

A nivel nacional y estatal, se invita a la participación tanto de las escuelas federales, como de las escuelas públicas de educación básica, siempre a voluntad y sobre la sensibilización, el enlace y la difusión del programa.

En cada nivel de educación básica, las escuelas participan presentando un PETE (Plan Estratégico de Transformación Escolar) y un PAT (Plan Anual de Trabajo), elaborado por el colectivo escolar con asesoría del equipo. Se promueve también la evaluación interna.

Cuando se considera lo ineludible de la era de la información y el conocimiento, los retos que presenta y exige la sociedad actual, resulta impostergable replantear la organización escolar, las formas de enseñanza, la función directiva y los procesos que nos permiten ir hacia la optimización de las tareas educativas pendientes.

Tradicionalmente, se ha pretendido introducir el modelo industrial en la administración educativa, así como el modelo estadounidense que enfatiza la gestión en una amplia preparación académica y demostrativa, al fin competencias directivas.

Las directoras(es) en México, son un reflejo del tipo de relación que se establece en los altos niveles gubernamentales, que finalmente van desde un modelo presidencialista hasta otro corporativo.

Ahora que se ha vuelto la mirada a las escuelas y su desempeño, es urgente el análisis, la investigación y las vivencias contextuales en las que dichos directores de escuela, reproducen el poder que se instala en ellos a través de su puesto administrativo: desde un nivel macro (el Gobierno) a un nivel micro (las escuelas).

En el contexto socio-educativo actual, “El director quiere ser un profesional, pero se siente inseguro ante lo no-dominado, la complejidad, la exigencia de un modo nuevo de actuar en un campo todavía sin roturar. Son muchas las novedades a las que se tiene que enfrentar, que van desde el cambio estructural y funcional hasta el psicológico y personal”. (Pascual, 2000).

Las comunidades escolares generalmente centradas en la participación, necesitan de directivos que culturicen, que ayuden a interiorizar los aspectos esenciales de la convivencia en la participación, imprimiendo valores para el desarrollo del sentido grupal.

Hoy en día, el Sistema Educativo Nacional, a través de los diferentes tipos y modalidades educativas que ofrece, presenta serios problemas de fondo que no es posible postergar. La aplicación del Programa Escuelas de Calidad en diferentes planteles que por voluntad propia han decidido participar, presenta bondades difícilmente rechazables, ya que el colectivo escolar tiene la oportunidad de decidir y planear el rumbo y la distinción que desea imprimir a su labor cotidiana y a su escuela.

Los centros escolares necesitan de un líder académico y protagonista de los cambios, que debe dirigir su mirada hacia la apertura de canales comunicativos eficientes, convirtiéndose en escuelas que aprenden y atienden a los indicadores que emanan de los estándares de calidad para ser escuelas efectivas. En la siguiente entrega los “cómo hacerle” para incidir en la calidad educativa.

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