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Leer en México: ¡qué difícil!

Las laguneras opinan...

Mussy Urow

Sobre los beneficios y placeres que aporta la lectura se ha dicho muchísimo, por lo tanto, no es necesario repetir una vez más lo mismo. También se habló suficiente acerca del bajo rendimiento escolar de México en comparación con otros países. Baste decir, al menos, que la lectura, la comprensión de un texto es, todavía, la base elemental para la adquisición de cualquier conocimiento.

Recientemente estuvo en cartelera una película basada en la novela “El amor en los tiempos del cólera”, del Nobel colombiano Gabriel García Márquez. No voy a extender el comentario sobre la película, pero me entristece la certeza de que mucha gente fue a verla sin haber leído antes la versión literaria; y lo que es peor, quedó vacunada del interés por hacerlo después, ya que a pesar de los actores, ambientación, fotografía, paisajes naturales, música, etc., etc., la película es una versión forzada y no alcanza, ni remotamente, a transmitir lo que con extraordinaria maestría y dominio del lenguaje logra el escritor. Además, ¡hablada en inglés!

Pero éste es un caso aparte. No todas las obras literarias que se han llevado al cine han tenido tan poca suerte. Lo cierto es que en menos de cien años, el cine se ha convertido en una expresión autónoma y original, en la manifestación de arte propia del siglo XX. Sin embargo, es también el principal competidor de la literatura, es un atajo que desvía a las nuevas generaciones del hábito y gusto por la lectura, a pesar de que paradójicamente, el cine se ha servido de ella en buena medida. Tanto le ha dado la literatura al cine que se han hecho diferentes versiones de una misma obra. Pero cuando se habla a un grupo de jóvenes menores de 35 años acerca de una novela, lo primero que preguntan es si ya hicieron la película. Así resulta difícil promover la lectura.

Y es que en México, hay que admitirlo con más tristeza, casi no existe el hábito. No sólo no se fomenta en forma eficiente en las escuelas (ni los maestros leen) sino que tampoco es una práctica regular en la mayoría de los hogares mexicanos. No hay la costumbre porque entre tantas otras razones, resulta mucho más fácil, rápido, gratificante (en el sentido de la inmediatez que priva en la actualidad) y económico ver televisión, rentar películas o ir al cine.

Y por otro lado, cuando sí hay el interés, el hábito, la necesidad de leer, se topa uno con la dificultad de que o no se consiguen los libros, sólo los vende tal librería en la Ciudad de México, (o Monterrey, Guadalajara y Puebla, porque parece que sólo allá leen) o están muy caros. Los libros se han convertido en artículos de lujo, a pesar de que no se paga ningún impuesto al comprarlos. Todo esto pasa, claro, en nuestro país.

Veamos el caso del escritor húngaro Sándor Márai. Su obra, escrita toda en su lengua materna, estuvo prohibida por el régimen soviético. Márai se exiló en diferentes ciudades europeas y se estableció, finalmente, en San Diego, California, donde murió en 1989. Sus libros empezaron a circular, conquistando a millones de lectores en todo el mundo. No es sino hasta 2001 que se publica, en España, su primera novela, “El último encuentro”. A México llega apenas el año pasado. Sucesivamente, aparecen otros títulos: “La herencia de Eszter”, “Divorcio en Buda”, “El amante de Bolzano” y lo que se ha dado ya en considerar la historia de Europa condensada en dos tomos: “Confesiones de un burgués” y “¡Tierra! ¡Tierra!”. Toda su obra en español publicada por editorial Salamandra. Son libros bien traducidos porque el lenguaje, más que la anécdota, atrapa al lector. Las ediciones son de pasta suave. En España, el precio de los libros oscila entre los catorce a veinte euros. En México, no bajan de $280.00 a $400.00 pesos. Misma editorial.

Volviendo al cine y a su relación con la literatura, está por estrenarse en Torreón (por lo menos hay carteles en salas de cine) una película llamada “Cometas en el cielo”. Es la versión cinematográfica de la novela del mismo nombre, publicada en 2003. Nada presagiaba el formidable éxito internacional de aquella primera obra de un perfecto desconocido: Khaled Hosseini, un joven médico de origen afgano que había llegado en calidad de refugiado a los Estados Unidos. Ambientada en Kabul durante el invierno de 1975, la novela presenta la historia de amistad de dos jóvenes, desde la infancia hasta la madurez, en un Afganistán donde la vida también es dulce y amarga; esta novela permaneció en la lista de los libros más vendidos del New York Times por más de 120 semanas; cuatro años después de su aparición, se han vendido más de 8 millones de ejemplares en todo el mundo, se ha traducido a 42 idiomas y en España y América Latina se han vendido más de 70,000. Ha recibido premios en diferentes países. Trate Usted de encontrarlo en alguna librería de nuestro país y me avisa…Ah! Pero ya vamos a ver la película!

El año pasado se publicó la segunda novela del mismo escritor afgano, “Mil soles espléndidos”. Una semana después, se hicieron nuevas ediciones casi diariamente: tan sólo en Estados Unidos 1’255,000 copias. En su sexta semana, ya iba en 1’400,000.

La edición de esta nueva novela de Hosseini en pasta dura tiene un valor de veinticuatro dólares. Y la anterior, a los seis meses de haber salido, ya se la podía encontrar en pasta suave por doce dólares. En México, posiblemente encontremos ediciones de bolsillo dentro de 10 o 15 años. Y a ver en cuál librería porque de 700 que había, ya nomás quedan 500 en todo el país, según datos del Boletín de la red Latinoamericana de Librerías.

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