EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Los epicúreos

Gilberto Serna

No me gusta tener que expresarlo, pero me debo a los lectores de este matutino, por lo que si tuviera que describir a los seres humanos de estos días, tendría que decir, con bastante pena, que en gran número integran una élite gazmoña e hipócritamente santurrona. En años, no he visto mayor demostración de mojigatería que el escándalo hecho al enterarnos de que servidores públicos se divertían en una fiesta, supongo privada, acompañados de una representante del sexo opuesto que completamente desnuda hacía movimientos eróticos, con el afán de despertar el más primitivo de los sentidos. -Cabe decir, el morbo se manifiesta en un interés malsano dirigido a satisfacer ciertas apetencias, lo que después, con el paso de los días, puede llegar a convertirse en un problema patológico-. Lo que cualquiera pensaría es que eso estuvo mal, muy mal, por lo que sus jefes deberían jalarles las orejas para que en adelante omitan aceptar una invitación que no sea a una kermés, a romper una piñata o a tomar una nieve, de la de Chepo, en la linda plaza de Lerdo. A los romanos antiguos, en los tiempos de los césares, les llevó a la decadencia dedicar sus ocios a bacanales y orgías, dejándose arrebatar por la propensión a los deleites carnales, estos es, a la lascivia y por la falta de recato y de pudor, que llamamos impudicia.

No conozco personalmente a los elementos policiacos involucrados en este affaire y si alguna vez tuve tratos con ellos, no dejaron huella permanente en mi memoria. Lo que sé resulta de pláticas con terceras personas. -El hedonismo es la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida-. Sin embargo, debo decir, hasta el momento no he escuchado que los acusen de incompetentes o deshonestos. Del director de Seguridad Pública, que lleva tiempo en el cargo, habría que hurgar en su desempeño de policía, midiendo la probidad con la que se ha venido desempeñando, evaluando si su conducta se ajusta o no a las reglas convencionales que imperan en una comunidad: ¿qué tan integro es? ¿actúa con rectitud en el cargo conferido? ¿es ecuánime en su trabajo? ¿se presta o no a cochupos? Esos, creo, son los principios que deben regular la función pública. ¿Si ha mostrado ser ladrón e inepto? es la hora de que se vaya; ¿si acaso regentea giros negros o cosa parecida? qué esperan para echarlo. Hay ciertos parámetros a los que debe sujetarse un servidor público, pero descartemos moralidades absolutas y dejemos de lado cualidades a ultranza.

Alcanza a percibirse un olor a chamusquina cuando el asunto se airea a nivel nacional, usando a los medios electrónicos que de eso piden su limosna. Les fascina vapulear a los que prestan un servicio público cuantimás que, en el caso, hay un motivo aparente.

-El que busca la sensualidad, trata de encontrar el gusto y deleite de los sentidos, así como las cosas que le incitan o le satisfacen-.

Por cierto no se advierte, en el mare mágnum creado por las nubes de polvo cochambroso que están levantando los interesados, que aquí lo importante no es si tal o cual funcionario está recibiendo una tremebunda felpa con fines electorales. Lo que sería absurdo es que con la publicidad negativa se llegue a sembrar la idea de que los laguneros somos habitantes de un renacimiento de las bíblicas ciudades de Sodoma y Gomorra, que fueron destruidas por el fuego del cielo debido al desenfreno y descarrío de sus costumbres, a la bajeza en su conducta, y a la depravación en toda la escala social. Nos estarían golpeando impunemente mientras nosotros mismos hacemos escarnio de lo sucedido. En efecto, está aflorando una falta de lealtad hacia la superioridad que asusta. En pasada comida, en que tradicionalmente se festeja a la Policía, se escuchó una voz zumbona, sin que a cambio, hubiera las esperadas manifestaciones, de parte de la tropa, de apoyo a los altos mandos. Aunque podría pensarse, como débil excusa, que las escenas video-grabadas, son demasiado truculentas, por llamarlas de algún modo, para provocar la espontaneidad de un respaldo. -La concupiscencia es un apetito desordenado de placeres deshonestos-.

Estoy por creer que se exceden quienes piden la cabeza de los encargados de la seguridad pública, hombres hechos y derechos, cuyo pecado fue, además de asistir al reprobable evento, el no precaverse de que algún tunante les tomara imágenes, a las que una mano misteriosa les dio un empujón publicitario, con el propósito evidente de escandalizar a la opinión pública. Epicuro, filósofo griego, (341?-270? a. C.) predicaba que la sabiduría debe llevar forzosamente a la felicidad y al placer, pero jamás a un goce corporal, intenso y sin medida, que puede producir, en quien lo practica, ansiedad y perturbación del ánimo-. Quizá el origen de la pifia, sea un descuido voluptuoso, al no tener más ojos que para el espectáculo de la guapa teibolera, estropeando, la salacidad imperante en el lugar, su sagacidad como sabueso, quedando a merced de quien, con aviesas intenciones los estaba grabando, demostrando los jefes policiacos que en su comportamiento no hay maldad, sino fatal ingenuidad y falta de malicia; lo que bastaría, si es que se está buscando un pretexto, para darlos de baja y ponerlos de patitas en la calle.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 324591

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx