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Los retos de la educación en el nuevo milenio

Rolando Cruz García

En los albores del siglo XXI, la educación y sus actores nos enfrentamos a una de las necesidades de reforma, de actualización, de mejora y adecuación más importantes de nuestra historia reciente. ¿Qué hacer ante la inminente globalización, no sólo económica sino en todos los rubros de nuestra vida cotidiana? ¿Cómo enfrentar la enorme competitividad cada vez más exigente y exigida? ¿Cómo dar alcance a las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC)?

El reto es, además, cómo enfrentar los requerimientos de una educación integral versus la decadente superespecialización, de qué forma incorporar aspectos que estaban ocultos o velados detrás de los currículas formales. Estamos preparados o preparándonos para hacer frente a las cada vez más exigidas competencias profesionales.

Cómo desarrollar en los alumnos las habilidades (más mentales, de diseño) y las destrezas (más manuales–operativas) que el mundo laboral exige.

Cómo abordar el caso de los valores o las actitudes requeridas en el trabajo; la conciencia ecológica (el nuevo concepto de sustentabilidad) o la innovación y creatividad, si no tenemos padres y maestros con dicha formación.

Cómo le hacemos todos para formar y educar a la generación de la virtualidad, que ya se encuentra entre nosotros; educar a los jóvenes índigo o los niños cristal que ya están aquí.

Para contestar estos críticos cuestionamientos es necesario revisar a profundidad todo el sistema educativo, ya que no podemos enfrentar nuevos problemas con viejos paradigmas.

Es urgente revisar las demandas del entorno social de manera permanente, estamos ante una realidad económica–social–política–productiva extremadamente cambiante, a tal grado que los escenarios internacionales, nacionales y regionales pueden dar giros inesperados y bruscamente impredecibles.

Nos referimos a tratar de resolver nuevos problemas con soluciones obsoletas, lo que nos daría tal vez soluciones de forma, pero nunca de fondo.

No estaríamos construyendo prospectivamente escenarios deseables, escenarios que no vemos tan lejanos, que ya se encuentran ante nosotros, como son: una alta competitividad, la omnipresente globalización, un urgente desarrollo sustentable, la necesaria formación valoral, una inminente aparición de escenarios alternativos, así como una vertiginosa presencia de nuevas y sorprendente tecnologías.

Bajo esta perspectiva los retos de la educación para el nuevo milenio se podrían resumir en los siguientes aspectos:

Eficiencia productiva.- el reto de lograr mejores y mayores productos con el mínimo esfuerzo y la mínima inversión de insumos.

Aprender a aprender.- la habilidad de aprender en la vida, para la vida y de por vida (basada en principios fundamentales; lectoescritura, análisis lógico–matemático y habilidad de expresión.

Formación valoral.- el reto de ir de lo declarativo a lo vivencial, ya que los valores se viven no se enseñan o transmiten.

Equidad presupuestal.- el reto de apoyar a todos los sectores educativos en función de la calidad educativa. Vgr. Las escuelas de calidad del Gobierno Federal.

Evaluación cualitativa.- el reto que significa cambiar de la medición del examen objetivo a la cualificación de aspectos actitudinales y afectivos (visión holística).

Calidad e innovación educativa.- elevar los procesos de E–A a estándares de calidad, cambiando lo obsoleto, incorporando tecnologías, rompiendo esquemas tradicionales etc.

Democratización de la escuela.- en su sentido más amplio, buscar la participación y el involucramiento de todos y cada uno de los que intervenimos en estos espacios de formación; profesores, alumnos, familia, autoridades educativas, comunidad, autoridades políticas.

Federalismo.- la capacidad real de adaptar la escuela a las características propias de cada estado y cada pequeña región del país.

Cultura.- el reto y la posibilidad de un desarrollo armónico, incluyente en aspectos estéticos y realmente formativos.

Como podemos darnos cuenta los retos son magníficos, requerimos cambiar hacia procesos de formación más que de información solamente, donde logremos en los alumnos una auténtica convergencia de saberes:

El saber conceptual (saber saber), el saber procedimental (saber hacer), el saber actitudinal (saber ser), el saber socialmente compartido (saber con el otro), lo que seguramente nos conduciría a lograr niños y jóvenes creativos, innovadores y emprendedores. Asunto que se antoja por demás difícil con el sistema educativo nacional que tenemos actualmente.

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