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Una pastilla para abortar

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Una pastilla para abortar

DIANA GONZÁLEZ

El debate sobre la despenalización del aborto en el Distrito Federal ha puesto de nuevo sobre la mesa la interrupción del embarazo y el castigo que debe darse a madres que toman esta decisión cuando se embarazan sin haberlo planeado. Pero la imagen de la clínica clandestina deja su lugar a la simple farmacia y un medicamento usado para la úlcera que puede también causar la muerte de un feto. Este es el testimonio de dos mujeres que gastaron mil pesos para hacerlo.

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- “Miriam” y “Lucía” estuvieron embarazadas unas semanas, luego ya no. Abortaron. Hacerlo no significó ir a escondidas a una clínica clandestina a que les desgarraran las entrañas. Fue tan simple como ir a una farmacia.

Pero el trauma, el dolor, el sentimiento de muerte fue el mismo. En el caso de Lucía, el aborto casi cobra su propia vida.

MIRIAM

Miriam tiene 23 años de edad y vive en Torreón. El año pasado se embarazó cuando interrumpió su dosis de pastillas anticonceptivas. Tras la prueba casera lo confirmó. En octubre de 2006, a los dos meses y medio de embarazo, tuvo que poner en la mesa sus opciones.

“Empecé a pedir consejo, le llamé a una amiga y empezamos a ver. Me acuerdo que me preguntó ‘¿qué quieres hacer?’ Y es que era pensar que eso podía arruinar mis planes a futuro. Ahorita no tengo seguro, estoy en un trabajo donde estoy a prueba y el tenerlo sería truncarlo todo”, dice Miriam quien cuenta con una licenciatura y ya antes había salvado vidas como socorrista de Cruz Roja.

Pensó en métodos como inyecciones, que usó cuando tenía una semana y media de retraso en su menstruación, aunque no la certeza de estar embarazada. Pensó en recurrir a un legrado, que podría hacerse aquí mismo. Finalmente, optó por pagar poco más de mil pesos para comprar unas pastillas para la úlcera.

Es un medicamento común (su nombre de omite), que en las contraindicaciones advierte que no deben tomarlo mujeres embarazadas pues tiene componentes abortivos.

Pero la forma en que Miriam relata su experiencia da cuenta de que es un secreto que corre con bastante facilidad en la clásica cadena del que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien...

“Supe por mi amiga que tenía unas amigas, porque una amiga de su amiga las había usado”, cuenta. “Las compramos, son pastillas que cualquiera te vende, no es así como clandestino. Yo me imaginaba que iba a ser en una casa y que una señora iba a salir y te las iba a dar junto con una hierbas pero no. Vas a la farmacia y las compras, en sí son para la gastritis pero hasta los encargados saben que se usan también para otra cosa”.

La indicación era sencilla: dos pastillas vía oral y dos que tendría que introducir en la vagina. Sin embargo, el primer intento de aborto no funcionó por lo que a los tres días lo hizo de nuevo. Esta vez con ocho pastillas en un lapso de tres horas.

“A lo que más le temía era a desangrarme. Quien me las vendió decía que iba a haber sangrado, pensé que iba a ser peor de lo que fue. Sí tenía miedo pero era más mi miedo de no hacerlo. Mi novio decía ‘yo te apoyo, lo que tú decidas, si quieres nos casamos’ pero realmente yo lo veía en su cara, él tampoco lo quería, era algo que no me podía ocultar”.

Finalmente la “bolsita” –como lo llama- “se arrancó” y salió de su cuerpo envuelta en un coágulo de sangre.

“Al principio fue mi egoísmo de decir que va a arruinar mi vida, luego me di cuenta de que yo se la arruiné a él y sí, de alguna forma qué mala soy, pero yo tengo que seguir”, remata Miriam.

Ahora, si fuera a aconsejar a una “amiga de una amiga de una amiga” que quiere un aborto, ya no lo recomendaría.

‘SITUACIONES EXTREMAS’

Eduardo Rosales Quirino, médico gineco-obstetra, explica que este medicamento es usado para problemas de úlcera gástrica, ya que protegen la mucosa del estómago. Actúan sobre el músculo en el estómago y el intestino, pero también en el cuello del útero. Es aquí donde la pastilla provoca que el útero se relaje y expanda. Un útero que alberga un feto se dilata y contrae, lo que provoca la expulsión del feto.

Los médicos utilizan la pastilla en ocasiones especiales, para inducir un parto. “En pacientes que tienen un embrión retenido o embarazo donde el producto ya murió o donde el embarazo ya se pasó de los nueve meses, sólo situaciones extremas”, dice Rosales, quien es subdirector del Hospital Universitario de Torreón.

“Pero no para provocarlo porque nuestra misión es proteger y cuidar además de que es un delito”.

Pero conseguirlas en farmacias es fácil, aunque su venta requiere receta médica. El Siglo de Torreón confirmó que se puede comprar en al menos tres farmacias de la ciudad, donde la caja con 28 tabletas se vende entre 1,140 y 1,466 pesos.

El problema, indica Rosales, es que el uso no dirigido del medicamento en mujeres embarazadas tiene consecuencias graves. Una es el daño permanente al útero y la incapacidad para albergar un feto en un embarazo ya deseado en el futuro.

“El cuello de la matriz puede quedar insuficiente y en otro futuro embarazo ya no se puede cerrar. Las fibras ya no tienen la misma resistencia que antes, el embrión se pega pero puede ocasionar abortos repetitivos”, dice Rosales.

La muerte también es un riesgo latente. Una hemorragia descontrolada provocaría un paro cardiaco. Esta consecuencia no es muy común porque, explica Rosales, la hemorragia causa pánico en la mujer por lo que invariablemente acude al hospital.

Pero la hemorragia no es el único efecto dañino. Restos del feto o de la placenta pueden quedar dentro del útero, lo que provocaría una infección local que invada la sangre y se extienda por el cuerpo causando septicemia.

LUCÍA

Lucía vivió este riesgo. A los 23 años, en septiembre de 2004, quedó embarazada y con la ayuda de su madre buscó una forma de abortar.

“Me cuidaba con el ritmo pero quién sabe cómo, me embaracé y con el que yo salía, pues... era casado. Le comenté y me dijo que qué íbamos a hacer, pero yo sabía que no se quería hacer responsable. Le dije que no lo quería tener, pensaba que me lo iba a echar sola y no quería. Luego él me compró las pastillas”, recuerda.

Siguió las indicaciones para usar las pastillas y tuvo un sangrado que volvió de manera intermitente durante ocho días, el dolor cada vez más intenso.

“Al último, mi mamá me llevó a Urgencias del IMSS porque sí era fuerte, me dolía mucho, me hicieron un eco y ya no traía nada. Me internaron y le comentaron a mi mamá que traía una infección muy fuerte porque el útero se me quedó abierto por las mismas pastillas”.

La situación en casa también se complicó ante el empeño de la madre de ocultarlo al padre de Lucía, quien es médico. “Sí me asusté un chorro porque dije ‘para qué hago esto si voy a estar así’. Yo había pensado ‘de volada, ahorita me baja’, pero no. Luego eran dolores, que era peor que si estuvieras pariendo, te doblabas y luego temblabas y luego sudor frío, no hallaba si gritar o llorar o qué. Falté a la escuela como 15 días”.

La paradoja en Lucía era evidente: estudiaba puericultura, la ciencia dedicada al cuidado de los niños.

¿Tiene pastillas?

Una reportera de El Siglo acudió a farmacias para buscar las pastillas para la úlcera que pueden causar un aborto. Éste es uno de los diálogos que sostuvo con un dependiente. El nombre del medicamento se omite por seguridad.

Reportera: ¿Tienes (la pastilla)? Me las recomendaron, no sé si sean para lo que las quiero.

Encargado: Son para úlcera.

R: Me dijeron que eran unas para la gastritis pero que se usaban para otra cosa.

(El encargado asiente con la cabeza)

E: Depende qué uso le den.

R: Me dijeron que eran abortivas. (el encargado asiente de nuevo con la cabeza) ¿Sabes cómo se usan?

E: No, cuestan mil 100.

R: ¿Son las más caras que tienes?

E: Sí, son las únicas que usan, para abortar ésas... nada más.

FÁCIL DE CONSEGUIR

“Las compramos, son pastillas que cualquiera te vende, no es así como clandestino. Yo me imaginaba que iba a ser en una casa y que una señora iba a salir y te las iba a dar junto con una hierbas pero no. Vas a la farmacia y las compras, en sí son para la gastritis pero hasta los encargados saben que se usan también para otra cosa”.

MIRIAM, 23 AÑOS

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