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Diálogo| Guerra de valores

Yamil Darwich

Harriet Babbitt, ex administradora de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, dijo: “Estamos globalizando nuestros vicios con mayor rapidez que nuestros valores”. Esta declaración tiene que ver con la discusión sostenida por el mundo pensante –quienes no se dejan vencer por la sensualidad- en relación a los valores y su rejerarquización o pérdida. ¿Estamos viviendo el fin de aquellos que dieron sentido y orden a las sociedades del mundo? O por el contrario, ¿en una plena reorganización de ellos?

Los humanistas creemos en el ser humano y en la reorganización valoral, la que nos permitirá ajustarnos al siglo XXI; sobre todo, poder defender al mundo del manejo irreflexivo de su desarrollo científico y tecnológico, instrumentado sin darles sentido humanista.

Es indudable que pasamos por un periodo de “crisis y revolución”, como otros muchos; sólo que en esta ocasión tardamos demasiado en identificarlo, quizá por mostrarse diferente a los tradicionalmente vividos.

La palabra revolución generalmente ha sido utilizada como connotación de fuerza y violencia y este cambio –en relación a los valores, desde luego– es en mucho subterráneo y disfrazado.

Pasó mucho tiempo para aceptar que las instituciones ya no eran suficientes en su capacidad de atender y responder a las sociedades en que se desenvuelven. Identificamos “síntomas” y hasta “signos” del deterioro, pero no dimos suficiente pensamiento a las causas de fondo. Muy poca gente descubrió el vínculo existente entre la jerarquía valoral y las instituciones que la sostienen; ellas representan las creencias de los integrantes de las organizaciones comunitarias.

Si algo representa al inicio del nuevo milenio es la crisis de las instituciones que dieron forma y orden a la sociedad; internacionalmente, la O.N.U., creada para asegurar la armonía entre las naciones, ahora es un simple aparato burocrático que clama en oídos sordos; los sistemas financieros son incapaces de aportar para el desarrollo equilibrado; Organizaciones No Gubernamentales, que gozaban de alto prestigio moral, como la Cruz Roja, han caído en el marco de las sospechas sobre su honesta administración; el grupo empresarial mundial ha sido rebasado por formas creativas y en varios casos eliminados como intermediarios, “comisionistas” mundiales.

A nivel nacional usted conoce la situación de nuestras instituciones de Gobierno: los poderes Judicial, Legislativo y Ejecutivo se han ganado a pulso la desconfianza del pueblo; otros, como los asistenciales, incluido el IMSS e ISSSTE, parecieran gozar de vida artificial; la misma iglesia cristiana –católicos y protestantes– pierden terreno en términos de fe ante el materialismo que, inclusive, es promovido por mercaderes del medio educativo, quienes tratan, a toda costa, de obtener las ganancias que consideran corresponden a su inversión.

Las autoridades educativas no acaban de reaccionar ante el ritmo de vida contemporánea, aunque habrá de reconocerse que la SEC de Coahuila, ha puesto en marcha un programa de promoción de valores.

Es incuestionable el avance de la “civilidad” del mundo occidental, particularmente en los últimos cincuenta años, refiriéndonos a cuestiones de comodidades y esparcimiento; le comparto algunos datos sobre los índices de calidad de vida en los estados ricos: en EUA, hace cinco décadas, los ciudadanos gastaban el 20 por ciento de sus ingresos en alimentarse y para el año 2002 necesitaban solamente el diez por ciento; el 55 por ciento tenía casa propia y hoy llegan a ser casi el 75 por ciento de la población. Gastaban 11 por ciento de su salario en vestido y hoy utilizan en ello el seis por ciento. El dinero restante lo destinan al ahorro, comprar confort y diversión; también en explorar la sensualidad y la libertad, hasta llegar al libertinaje. Lo curioso es que los estudios de “calidad de vida emocional” dicen que ahora son más infelices. Entonces, algo no anda bien.

Las actividades de humanos se van haciendo cada vez más complicadas, aunque nos ofrezcan otra imagen en la mercadotecnia y publicidad. Simplemente piense en el deporte, que ha dejado de ser tal para transformarse en espectáculo vendedor de múltiples productos; programas para adelgazar que requieren básculas sofisticadas y dietas calculadas en computadoras; aparatos electrodomésticos con tecnología tal, que ofrecen el mínimo desgaste físico. Los viejos ya perdimos la capacidad de programarlos, por lo complicados que se han vuelto.

Debo ser honesto y escribirle que también hay cambios positivos gracias a la modernidad. habrá que anotar, entre ellos: mejores accesos a salud; informes ecológicos con precisión en datos, promotores de conciencia y acción; posibilidades de recibir información variada, hacer estudios a distancia manteniendo contacto con familiares y amigos instantánea y permanentemente, aún cuando estén a otro lado del mundo, etcétera.

Los expertos hablan del arribo de nuevas formas de administrar al mundo, novedosas y creativas que deberán liberar presión social y ofrecer alternativas de bienestar a los más pobres; ¿será? En tanto, le invito a asegurarnos en defender los valores trascendentes, sociales y humanos.

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