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'El hombre duplicado', nuevo libro de José Saramago

Salvador Barros

A José Saramago lo confundieron una vez en una fiesta con un actor portugués. Años más tarde, se miraba al espejo mientras se afeitaba y lo inundó una idea: "Sería de admirar que, habiendo más de seis mil millones de personas en el planeta, no se encontrasen al menos dos iguales".

Nació, entonces, "El hombre duplicado" (Alfaguara), su nueva novela en busca de la verdadera identidad del ser humano. Coincidiendo con su 80 aniversario, el Premio Nobel 1998 acaba de publicar su novela número 12 y, en ella, ha logrado plasmar el "auténtico Saramago", según dice. "El hombre duplicado –cuenta- fue escrita con mayor rapidez que otras novelas, aunque a la vez es más compleja, sobre todo por la perplejidad del tema. Yo no me siento a pensar en temas, sino que espero a que la idea me aparezca sola. Llevaba tiempo esperando que esto sucediera, pero no aparecía. Estaba muy tenso. ¿Sería el fin de mi inspiración?, me pregunté, pues sé que ésta se acaba; uno no puede repetirse infinitamente, no vale la pena. Pero, al fin, el primero de noviembre de 2001 se me presentó la idea mientras me estaba afeitando ante el espejo; comencé a escribir el 18 de enero de 2002 y terminé a fines de agosto.

Es una novela más austera que otras, con menos adornos, pero está escrita con mucha conciencia de los medios e instrumentos necesarios para desarrollarla. No he dado un giro a mi estilo, éste se reconoce no sólo en la forma de narrar, sino en el tono y las preocupaciones, que siguen siendo las mismas. El cambio tiene que ver con el tema, con su brutalidad, que en este caso niega la necesidad de un estilo adornado y demanda mayor austeridad; entre más seco, mejor".

En el fondo, el libro resultó ser la verdadera continuación de su trilogía acerca de la búsqueda de la identidad del ser humano, la cual iniciara con "Ensayo sobre la ceguera", seguida de "Todos los nombres", y que finalizara con "La caverna". Ahora, según ha precisado el portugués, sustituiría este último por "El hombre duplicado", y preferiría considerar a "La caverna" como su última obra . "La razón de esto -explica el autor- es que antes mi cámara tenía una lente gran angular, pero ahora no, ahora se han cerrado los planos. Es decir que, si bien antes mi interés giraba en torno al colectivo, a partir de Ensayo sobre la ceguera mi objetivo se ha centrado en la persona.

El de la identidad siempre ha sido un tema recurrente en mis libros, tanto la identidad de un pueblo como la de una persona; pero he llegado a la conclusión de que la primera no existe en realidad, pues es siempre cambiante a través de los tiempos. La conciencia y la mentalidad de las generaciones cambian constantemente, pues cambia la forma de entender y observar las cosas de los hombres, de modo que no hay una identidad colectiva intacta.

En cambio, es precisamente la conciencia la que dota al ser humano de una identidad única, y son los hombres los que finalmente determinan a la comunidad. Se trata, entonces, de entender a las personas para poder entender el colectivo. Sin embargo, lo difícil es encontrar la verdadera identidad de los seres humanos. Yo creo que hay rasgos generacionales comunes en un pueblo, mientras que la identidad personal es la gran desconocida. Nos queda muchísimo por saber acerca de la identidad y de la esencia humana. "Mis personajes –continúa- suelen ser personas absolutamente normales, sólo que se encuentran de pronto en una situación anormal.

En este libro, un hombre se encuentra con su duplicado, con alguien que es igual a él hasta en la conciencia. El problema que surge no es tanto el encontrarse con ese otro, sino que se encuentre a sí mismo. Cuando el otro se nos presenta como igual, surge una pregunta que cobra una dimensión tremenda: ¿Quién soy yo? En realidad no sabemos quiénes somos, y no existen respuestas a esto. Vivimos en la duda constante, aunque nos comportemos como si no tuviéramos nada más qué saber.

En la novela, propongo hacer una reflexión acerca de lo que realmente somos y que busquemos entender al otro aunque éste tampoco sepa quién es; inventar un puente entre los hombres, a través del amor, como única posibilidad de encuentro con la identidad propia y del otro." Pero esta historia se convierte en una tragedia, pues el personaje se enfrenta a una situación insoportable producto de la usurpación que supone su igual del espacio que ocupa en el mundo. Según esto, cuando uno usurpa el lugar del otro, la única posibilidad es eliminarlo, pues es imposible que ambos coexistan.

Y aunque Saramago lo cuenta con humor e ironía, en el fondo está expresando dolor, angustia, duda. Su libro es, también, una novela sobre el miedo. Dice: "Vivimos en un mundo plagado de miedo. El temor domina; el miedo impera sobre la vida, como una niebla que la empaña. Tenemos miedo a perder el trabajo, como consecuencia de un sistema que ha convertido al ser humano en algo desechable; miedo a salir a la calle, pues la inseguridad social es otra consecuencia de las condiciones infrahumanas en que vivimos. Yo escribo de desasosiego, porque no me gusta el mundo en el que estoy viviendo." Y añade: "Creo que, en la literatura, siempre hay que introducir algo triste, melancólico; si no, no hay una buena novela. Los escritores vivimos de la infelicidad del mundo. Si hubiera felicidad plena, ya no habría de qué escribir, y no sé si eso me gustaría".

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