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Samaritanos son un oasis en el desierto

Un grupo de 180 voluntarios estadounidenses se traslada al desierto para ayudar a los indocumentados

Migrantes.  Un voluntariado alimenta en el lado mexicano a migrantes deportados.

Migrantes. Un voluntariado alimenta en el lado mexicano a migrantes deportados.

AGENCIAS

Todo comenzó poco antes de 2004, cuando un grupo de migrantes llamó a la casa de la enfermera Peg Bodwen, en el corazón de Green Valley, Arizona, y pidió agua y comida. La escena la conmovió. Se trataba de cuatro jóvenes que, a punto de desfallecer, acababan de cruzar el desierto. Por supuesto, Peg les proporcionó ayuda.

Hoy, Bodwen, ya jubilada, no espera a que los migrantes llamen a su puerta. Sale por el desierto a buscarlos y evitar que fallezcan. No es la única. Junto a ella, hay otros 180 voluntarios, también residentes de Green Valley, quienes han formado el grupo de Los Samaritanos.

Se trata de una coalición de hombres y mujeres, la mayoría profesionistas jubilados de diferentes orígenes y creencias, que desde la primavera de 2005 brindan ayuda humanitaria a migrantes desamparados para evitar que mueran por inanición o sed al cruzar el desierto.

El grupo se transporta en vehículos todoterreno y deja botellas de agua en los senderos frecuentados por los migrantes, recoge la basura en el desierto y acude a la línea divisoria para desanimar a quienes buscan adentrase en el peligroso territorio, pero también les ayuda con vestimenta, zapatos y en muchas ocasiones con asistencia en primeros auxilios.

Sobre la crisis humanitaria provocada por los niños migrantes, Peg se dice consternada por los cientos de menores hacinados en galerones habilitados como albergues por parte de las autoridades de migración estadounidenses.

Narra que le ha tocado atestiguar como muchos menores lloran en silencio ante la incertidumbre de no saber si volverán a ver a sus padres algún día, pero también ante la frustración por haber sido detenidos por las autoridades.

Richard Osburn, también integrante de Los Samaritanos, comenta que los derechos humanos de los niños hacinados en las bodegas habilitadas por migración están siendo vulnerados: "es inhumano", dice.

Además de su labor en Los Samaritanos, Osburn visita y apoya cada semana al comedor Iniciativa Kino para la Frontera, en el lado mexicano, donde llegan miles de migrantes hombres, mujeres y niños deportados, con una pequeña bolsa de plástico con todas sus pertenencias; ahí se les ofrecen dos comidas al día, se les provee de ropa y se les ayuda para que hagan contacto con algún familiar.

 PREPARAN ALBERGUES

Desde su fundación, hace 32 años, en el albergue "San Juan Bosco" han quedado atrapadas las historias de esperanzas y sueños fracasados del millón 800 mil migrantes que han pasado por ese lugar.

Fundado por el matrimonio formado por Hilda Esther Esquer y Juan Francisco Loureiro Herrera, al albergue, situado a pocas cuadras de la línea fronteriza, llegan a diario entre 70 y 80 personas, la mayoría de ellos con el fin de pasar la noche y salir a la mañana siguiente.

Sin embargo, en temporada alta el lugar -que se mantiene con donaciones de la comunidad de Nogales- puede llegar a hospedar hasta 350 migrantes.

Loureiro Herrera dice que el "San Juan Bosco" está preparado para atender cualquier eventualidad, en caso de que los niños migrantes retenidos en Arizona sean deportados por Nogales, Sonora.

Comenta que por esta ruta en las últimas semanas casi no han llegado niños solos, pero sí familias completas que intentan cruzar hacia Estados Unidos. Informa que cuando se detecta a un menor con un adulto que no es familiar se entrega al DIF.

 AYUDA OFICIAL

El Módulo del Sistema DIF en Nogales recibe al mes aproximadamente de 430 menores repatriados no acompañados, a los cuales se les brinda alimento, atención física y emocional, después de enormes trasiegos por la difícil geografía de estas regiones.

Llegan con lesiones físicas, pues caminan durante varios días y están expuestos a la fauna y a la deshidratación, informa el director de la institución en Sonora, Agustín Blanco Loustaunau.

Organizaciones de apoyo a migrantes comentan que existen dos "mafias" que operan el contrabando de indocumentados y han convertido en una tierra sin ley los alrededores de Nogales.

Atrincherados en los cerros, emboscan a los automovilistas y a indocumentados que buscan la manera de poder internarse al territorio estadounidense.

Con armas de alto poder como R-15 encañonan a las personas para despojarlas de todas sus pertenencias, y sólo por ingresar a esas áreas cobran 200 dólares, tanto a los migrantes como a los habitantes de esas zonas.

Se comunican a través de la radiofrecuencia cuando una persona se interna en esos territorios y empiezan a bajar de los cerros para perpetrar los asaltos en despoblado, aseguran las ONG.

Infantes luchan por su 'sueño americano'

Ahí está, formado en una plaza pública, con su manita temblorosa, escurridizo, sosteniendo un vaso color café para que le sirvan un cucharón con sopa caliente y dos tortillas de maíz, producto de la caridad cristiana de los integrantes de la Iglesia de la Calle. Se llama Christian Josué y quiere aparentar que es un adulto, pero su voz y su fisionomía lo delatan, es sólo un niño.

Abandonó la escuela en su natal Guatemala; apenas cursaba quinto año de primaria y llegó solo a esta frontera, expuesto a todos los peligros, subiendo y bajando trenes.

Su piel morena está quemada por el sol, trae ampollas en el cuerpo y en su cara, pero no le importa, tiene la ilusión de continuar en la escuela en Estados Unidos porque quiere terminar de estudiar.

Salió de su país con cien quetzales en la búsqueda de oportunidades, porque en Guatemala los "mareros" lo asaltaban constantemente y no lo dejaban estudiar.

Ha realizado un viaje de riesgos, ha recorrido casi 4 mil kilómetros y se dirige a California, donde buscará a un tío, del cual desconoce qué hace o dónde se encuentra.

Tiene como compañeros de viaje a tres adultos, quienes lo han cuidado en la medida de lo posible, porque todos fueron asaltados en un lugar indeterminado a bordo de La Bestia.

No trae un cinco en la bolsa, come y duerme donde puede, tiene la esperanza de que lo cruce un "coyote" y que va a tener suerte en su travesía por el desierto de Arizona.

Sabe de la situación que están pasando miles de menores retenidos en albergues provisionales en Arizona, pero eso no lo detiene, seguirá su viaje pese a todo.

Christian Josué es uno de los miles de niños centroamericanos no acompañados por familiares que buscan o logran internarse a Estados Unidos, situación que ha desbordado en una crisis humanitaria en los últimos días en el vecino país del norte.

Apenas ayer, Emilio Álvarez Icaza, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en México, reveló que este año han transitado por el país 50 mil menores, y augura que al cierre del año la cifra podría llegar a 90 mil, situación que mantiene una crisis humanitaria en Estados Unidos al verse rebasado para captar y atender a los niños migrantes.

Un oasis. Richard Osburn deja botellas de agua en el desierto de Estados Unidos.
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Migrantes.  Un voluntariado alimenta en el lado mexicano a migrantes deportados.
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Frontera.  Frente al muro que separa Sonora y Arizona, un grupo de migrantes espera pacientemente una oportunidad para cruzar la frontera.
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