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Rescatan almas perdidas

EN MEDIO DE LA ADVERSIDAD TRABAJA CON ADOLESCENTES

Estudiantes.  Tres generaciones de adolescentes han cursado la secundaria en el centro comunitario; los egresados estudian prepa y son universitarios.

Estudiantes. Tres generaciones de adolescentes han cursado la secundaria en el centro comunitario; los egresados estudian prepa y son universitarios.

AGENCIAS

"Íbamos a acabar muertos, en la cárcel o las dos cosas". A los 16 años, Hugo sabe que los jóvenes de Anapra no tienen seguro el día de mañana, por eso no piensan en el futuro, viven en el momento, no saben lo que es hacer un plan ni tener un sueño. La muerte los rodea, ya sea en una navaja o una bala.

Sin embargo, en medio de la adversidad, un grupo de adolescentes que parecían condenados al fracaso, poco a poco han ido demostrando que aún tienen una esperanza de llegar a ser alguien, y aunque no pueden escapar de la violencia que los acecha, mantienen la fe en que "todavía pueden ser diferentes".

 POBREZA, DROGAS Y MIGRANTES

"Hasta hace muy poco éste era un lugar olvidado, una tierra sin ley, un pueblo del viejo oeste. Con índices altos de pobreza, bajos en educación y mandaban los grupos criminales", relata Gustavo de la Rosa, visitador de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos.

Anapra se fundó hace unos 40 años al poniente de Juárez. Es una zona desértica en la que a la fecha cientos no tienen servicios básicos.

Aquí el común denominador siempre fue la pobreza. "Hicimos un estudio sobre las condiciones de vida, arrojó que el ingreso promedio semanal para más de la mitad de las familias era de apenas 250 pesos, ni siquiera 40 pesos al día para cuatro o cinco personas", explica De la Rosa.

En una zona infértil y, sin empresas que se establecieran en el lugar, Anapra con sus casas de cartón y madera sólo tuvo dos formas de subsistencia: La mal pagada industria manufacturera y el tráfico de indocumentados.

Su ubicación lo convirtió en un lugar privilegiado para los polleros: aquí no hay río entre las dos naciones, sólo una malla de apenas 2.20 metros, pegada a la zona residencial de Sunland Park, Nuevo México, y El Paso, Texas.

No fue raro que familias enteras se ganaran la vida haciendo boquetes en la malla y guiaran a quienes buscaban el sueño americano, otros de venderles comida o hasta de darles alojamiento.

"Aquí 'La Línea' (grupo criminal ligado al Cartel de Vicente Carrillo) mandaba en todo. La banda de 'El Alacrán' tenía un control despiadado de toda la actividad criminal y del paso de ilegales."

Víctor Reyes Holguín 'El Alacrán' fue detenido en 2012; por años manejó toda la droga y cobró "cuota" por cada uno de quienes pasaron a Estados Unidos.

 LA PANDILLA POR FAMILIA

En Anapra, describe De la Rosa, la figura paterna está muy desgastada. Son las madres quienes llevan solas el peso de los hogares. "Los padres están ausentes, se fueron, o no tienen un trabajo fijo, o padecen alguna adicción. Los que sí son responsables trabajan todo el día y no tienen tiempo de enterarse de la vida de sus hijos".

Con las mujeres buscando el sustento, los niños y jóvenes quedan a la deriva, forjándose solos, sin valores y una enorme falta de afecto. Es así como las pandillas se convierten en su verdadera familia, y la calle el lugar en donde pasan la mayor parte de su tiempo, explica.

 NACE MIEMBROS ACTIVOS

Los jóvenes morían uno tras otro. Tan sólo la banda encabezada por los hermanos Omar y Alejandro Rodríguez Álvarez asesinó a 14 personas, entre ellas cinco adolescentes de 15 y 16 años, por pasar indocumentados sin pagar la "cuota", según la Fiscalía Estatal.

Para arrancar a los adolescentes de ese mundo de violencia, se fundó Miembros Activos de Derechos Humanos, una escuela dentro del Centro Comunitario de Anapra.

Es un modelo integral que va mucho más allá de darles clases, es mostrarles lo que valen, que pueden llegar lejos, comenta Vanesa Manríquez, coordinadora del proyecto.

Los estudiantes arrancan su día con una hora de actividad física. Luego dos horas de clases de secundaria. El éxito radica en la atención psicológica grupal que se les imparte todos los días; ahí hablan de sus problemas, de sus dudas y especialistas los ayudan a enfrentarlos, a llegar a acuerdos, a sentirse mejor. Diariamente tienen una clase sobre Derechos Humanos.

A la fecha van dos generaciones de miembros que terminan el curso. Todos han concluido o están estudiando la preparatoria y cuatro ya son alumnos universitarios.

 ADMINISTRADOR DE EMPRESAS

Comenzó a fumar marihuana desde los 11 años, hace dos meses lo suspendieron de la secundaria porque golpeó a un maestro "que le hablaba feo" y luego lo sorprendieron drogándose en un salón; entonces lo expulsaron.

Héctor tiene 15 años, su padre es adicto y vendedor de droga; a su madre nunca la ve porque trabaja por las tardes haciendo burritos en un puesto callejero.

Flaco, alto y muy sonriente, recuerda: "Mi mejor amigo se la pasaba fumando marihuana, un día le pedí y me dijo que no. Pero al rato se puso bien loco y yo fui y agarré un cigarro, me la fumé completa y desde entonces...".

Su mamá sabe que consume droga: "Nomás me dice que nunca vaya a fumar delante de ella, porque me tumba los dientes".

A pesar de su actitud tranquila y sumamente amable, reconoce que se la pasa en peleas callejeras. "Andaba con un barrio de acá. Se llaman los ADN, que quiere decir Adolescentes Destruyendo Nación. Cuando entras te tienes que pelear para que te acepten".

Con un historial de siete arrestos, recuerda que su madre iba a recogerlo a la comandancia, y su único castigo era no dejarlo usar el celular o ver televisión unos días.

Hasta que llegó al Centro Comunitario se dio cuenta había algo más que la pandilla, las drogas y los pleitos. "Aquí me dicen que sí sirvo, que soy inteligente, en la otra escuela no hacía nada. Allá siempre le hablaban a mi mamá para darle reportes de que me peleaba, o que se la rayaba a los maestros".

Por primera vez tiene un plan: Graduarse como administrador de empresas, está en un proceso de desintoxicación para dejar las drogas y lleva buenas calificaciones.

Sigue sin convivir con su mamá, pero ahora ya no se sale todas las tardes a fumar, y no se ha peleado en dos meses. "Todavía uso marihuana, pero como me dijeron: Le pongo cierto tiempo. Si hoy fumo me espero una semana, y luego van a ser dos, y después un mes, y así hasta dejarla. Lo malo es que mis amigos siempre traen".

 LICENCIADO EN LOGÍSTICA INTERNACIONAL

"Aquí todos son marihuanos, es raro cuando miro algún chavo que no". Emanuel tiene 16 años y una bonita familia, dice que sus papás lo quieren mucho, se llevan muy bien, siempre comen juntos, platican constantemente y en su casa nunca hay pleitos, pero aun así ha presentado una conducta agresiva, lo expulsaron de la escuela por problemático y es adicto a las drogas.

"Lo mío no es vicio, es maña. Si no tenía para la hierba no me picaba la espina de hacer algo para conseguirla, si tenía bien y si no, pos no. Con mi dinero nunca compré drogas, siempre les pedía a mis amigos".

Su papá es empleado de una empresa ganadera y su madre operadora en una maquila. Según el personal del centro, en su caso faltó disciplina, sus padres nunca le pusieron límites y tampoco le hicieron ver las consecuencias de sus actos; a pesar de que lo aman no supieron formarlo y dejaron que la pandilla fuera su guía moral.

Consume desde los 14 años. "Nadie me ofreció, yo llegué a pedirles a unos chavos, y ellos hasta me dijeron que sabía que no me iban a poner una pistola para que fumara".

Nunca le interesó la escuela, "me levantaba a las ocho, para las nueve ya andaba de callejero. Toda la mañana fuera, llegaba a comer, otro rato y me iba, y ya no regresaba hasta las dos de la mañana. Me la pasaba en casas o nos íbamos a fiestas".

Asegura que ya tiene un año sin enfrentarse a golpes, y seis meses sin drogarse. Su plan es terminar la secundaria, aprovechar una beca para la preparatoria y estudiar administración de empresas.

Ya no se junta en las esquinas, ahora practica futbol, y a pesar de que sus amigos siguen en las adicciones, Emanuel ya ha convencido a tres de ellos de dejarlas.

 INGENIERÍA ELECTROMECÁNICA

Llegó desde Oaxaca, huyendo de la pobreza. Fue madre a los 16 años y no había podido terminar sus estudios. Es hija de una mujer policía, del Departamento de Prevención del Delito Contra la Mujer, pero la relación es muy distante.

"Mi mamá nunca nos hizo caso, nunca nos toma en cuenta. Para ella lo importante es su trabajo, luego su trabajo y al final su trabajo. Está allá todo el día y cuando le hablan de noche se tiene que ir".

A diferencia de la mayoría de sus compañeros, Rita, de 17 años, no tiene problemas de adicciones ni se ha involucrado en pandillas.

Ser una madre soltera la absorbe de tiempo completo y la mantiene alejada de los conflictos. "He tratado de no meterme en problemas. Ser mamá para mí ha sido difícil, nunca tuve el cariño de mi mamá, y ahora con mi hija quiero que sea diferente".

Especialistas del Centro Comunitario comentan que Rita tiene una mentalidad "muy abierta" para su edad, y sus problemas de autoestima la han llevado a buscar en relaciones pasajeras.

"Antes era antisocial, no hablaba con los demás, aquí estoy aprendiendo a hacer amigos, a llevarme bien con todos", comenta. Su plan es estudiar ingeniería electromecánica, una carrera con amplio campo laboral, darle una buena vida a su hija y pagar los estudios de sus hermanas.

250

PESOS

semanales son lo que ganan estas familias en Ciudad Juárez.

14

PERSONAS.

mató la banda de un muchacho que toma clases en este centro comunitario.

Relacionarse. - Rita tiene 17 años y es mamá soltera. Dice que en el Centro está aprendiendo a relacionarse con la gente porque quiere superarse y ofrecer una mejor calidad de vida a su hija.
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Inteligente. Héctor, de 15 años, comenta que en Anapra le dicen que sí sirve, que es inteligente, mientras que en la otra escuela donde acudía no hacía nada.
Inteligente. Héctor, de 15 años, comenta que en Anapra le dicen que sí sirve, que es inteligente, mientras que en la otra escuela donde acudía no hacía nada.

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Escrito en: Anapra Pobreza

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