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César Garza

Una máquina puede hacer el trabajo de cincuenta hombres ordinarios. Ninguna máquina puede hacer el trabajo de un hombre extraordinario.

Elbert Hubbard.

 

Aquellos que acumulamos más de medio siglo en nuestros huesos, nos tocó en nuestros años universitarios interactuar con grandes computadoras, años después, ya en nuestra etapa laboral conocimos a las primeras computadoras personales y tuvimos que aprender a utilizarlas y adaptar procesos para aprovechar esta tecnología.

Cuando fuimos creciendo en la organización, nos asignaron un beeper, que eran unos aparatos que sonaban cuando alguien en la oficina te necesitaba, en ese momento, o llamabas por radio o por teléfono para ver que se ofrecía. Después llegaron los teléfonos celulares y posteriormente los llamados inteligentes, aunque el término resulte un tanto pretensioso.

Digamos que las sociedades y los diversos sectores productivos en todo el mundo vamos incorporando la tecnología disponible, casi siempre buscando mejorar la productividad y el control de los procesos o de los servicios.

En mi generación y nuestra cultura, particularmente en el norte de México, el trabajo es importante, tanto que muchos trabajamos más de las ocho horas diarias que se supone deberíamos hacerlo, viajamos grandes distancias porque el trabajo así lo exige, tan importante, que muchos también nos perdimos momentos importantes de la niñez de esos hombres y mujeres que nos llaman mamá o papá.

Antes de la llegada de las computadoras personales y del correo electrónico, digamos que se atendía la correspondencia en papel, yo tenía de 10 a 15 pendientes a sacar por día, en los tiempos actuales podemos recibir 100 correos diarios o más, todos ellos demandando una respuesta. Sucede entonces que ocho horas en el trabajo no son suficientes y después, aunque estemos en casa, seguimos conectados con los problemas y pendientes de la oficina. Aquí hay un problema para un sano desarrollo de la persona que impacta también en la familia.

Tuve la oportunidad de desarrollar proyectos con compañías estadounidenses, siempre me llamó la atención el respeto a los horarios del “lunch” o de salida. Al llegar la hora, todo mundo dejaba lo que estaba haciendo y salía a comer o a su casa, es decir, está culturalmente aceptado el respeto al tiempo de descanso, claro, también se respetaba el horario de entrada. Solo los mexicanos y otros inmigrantes nos quedábamos después de las cinco de la tarde a seguir trabajando.

Una vida sana debe ser equilibrada, desde la perspectiva de donde invertimos nuestro tiempo habría que repartirlo entre el que pasamos con nuestra pareja, con nuestros hijos, el trabajo, con nuestros amigos y el que dedicamos a nosotros mismos. El reto de tener una vida equilibrada en estos tiempos resulta complicado, especialmente si algunos vivimos en grandes ciudades donde mucho tiempo del día lo pasamos transportándonos.

En Latinoamérica muchas compañías dirigidas generalmente por personas de la generación baby boomer están convencidas de que los empleados debemos demostrar nuestra lealtad pasando muchas horas en la empresa, lo cual no necesariamente es sinónimo de productividad, se ha generado entonces una cultura donde los empleados, en nuestro afán de ocupar mejores posiciones en las organizaciones, estamos dispuestos a olvidar el equilibrio necesario para el bien vivir.

Comentaba líneas arriba que la llegada del correo electrónico revolucionó la dinámica en la administración de los procesos y servicios siendo el estrés laboral sin duda uno de sus hijos; si le sumamos a ello que en los últimos tiempos el acceder al correo electrónico o servicios de mensajería a través de los teléfonos inteligentes podemos estar de acuerdo que el desequilibrio ha ido in crescendo.

Francia ha proclamado a través de una regulación laboral el derecho de las personas a desconectarse fuera del horario de trabajo, se crea el derecho para los asalariados y la obligación para las empresas de regular el uso de las Tecnologías de Información (mensajerías, correos electrónicos o teléfonos móviles) para garantizar el respeto al tiempo de descanso y de las vacaciones. Los franceses a la vanguardia en un punto sensible a los intereses del gran capital.

Vive la France

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