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Gravedad

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Qué es lo que mueve a una persona? ¿La fe, la esperanza o el instinto de supervivencia, por ejemplo? Aquello que guía al ser se complementa con un proceso de razonamiento, sentimiento y emociones propios del hombre. Ese impulso tiene una razón y esa razón conlleva preguntas, dudas, análisis, alternativas, respuestas y soluciones, es decir, que el individuo se pregunta, tal vez no de manera explícita, ¿qué es lo que necesito para vivir? O bien, ¿qué es vivir?

Es entonces que las personas evolucionan, porque es así como se plantean las necesidades básicas y el cómo cubrirlas. Qué es la comida, para qué se necesita y cómo se consigue son por ejemplo algunas de las cuestiones que el cerebro procesa de forma automática, ya sea que se trate de un hombre abandonado en una isla, un niño solo en casa o una persona trabajando en una granja. Cada uno de estos escenarios es diferente y, por tanto, el cerebro procesará la información adaptándose a ellos, proponiendo soluciones acordes según se requiera, actuando sobre la naturaleza para extraer de ella lo que le beneficia o para modificarla a su favor.

Al final, lo que motiva al ser es parte de un razonamiento más complejo que el simple entendimiento de su existencia. ¿Cuál es la razón, la explicación o el estímulo detrás del por qué alguien hace lo que hace (vive, trabaja, lucha, crea, piensa, juega, etcétera)? ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia y cómo podemos vivir en forma satisfactoria?

El planteamiento es parte de lo que presenta con su historia la película Gravedad (Reino Unido-EUA, 2013), dirigida por Alfonso Cuarón y escrita por éste junto con Jonás Cuarón. El proyecto protagonizado por Sandra Bullock y George Clooney estuvo nominado a diez premios Oscar: mejor película, mejor actriz, mejor diseño de producción, mejor director, mejor fotografía, mejor montaje, mejor banda sonora, mejor edición de sonido, mejor mezcla de sonido y mejores efectos visuales, ganando las últimas siete de estas categorías.

La historia trata sobre la lucha por salir adelante de una bióloga que, durante una misión en el espacio, se ve rodeada de una serie de sucesos que amenazarán su vida. Contra todo pronóstico, deberá salir adelante, sola y aislada, después de que una ola de basura espacial (los restos de un satélite destruido) arrasan con la nave en la que viaja, inhabilitándola y matando al resto de los pasajeros que estaban dentro.

Se trata de un relato cimentado en un tema base, el cambio, más en el plano psicológico que en el físico, sobre cómo reacciona el ser humano ante la catástrofe y cómo se decide a sobrevivir y a pelear, incluso con todo en su contra. Cada desastre con que la protagonista se topa escala en relación al anterior y, ante la adversidad, no sólo se trata de responder ante un impulso de supervivencia, sino de poner en práctica el razonamiento lógico de cómo resolver los problemas para lograr sobrevivir, cómo afrontarlos uno mismo.

La doctora Ryan Stone, la protagonista, no es una astronauta experta sino una científica, aunque fue entrenada para la misión. Ella no tiene todas las respuestas a los problemas para comandar una cápsula de escape o maniobrar todos los aparatos de la nave, por ejemplo, pero tiene habilidad de razonamiento deductivo para encontrar formas de dar solución a sus problemas. Se encuentra con obstáculos, no limitantes, y para superarlos se requiere habilidad y astucia, deducción e inducción, improvisación, razonamiento y determinación. El cerebro no sólo debe pensar cómo resolver el problema, debe entender por qué resolverlo, tiene que encontrar una razón para luchar y sobrevivir.

Entra en acción una transformación interna para Stone, percibir la gravedad de la situación, la inminencia de la muerte y lo improbabilidad de recibir ayuda externa o sobrenatural. Su primera reacción ante la primera lluvia de desechos de basura es pelear por sobrevivir, pero después, ante los siguientes y sucesivos obstáculos, una nave averiada, una estación espacial destruida, una cápsula de evacuación descompuesta, no sólo se trata de reaccionar, sino de tomar acción, porque son problemas que no se resolverán solos. Intentar darles una solución significa asignar una lógica al proceso, a la motivación: cómo resolver el problema, por qué y para qué hacerlo.

Las circunstancias llevan a la protagonista a querer darse por vencida, porque pareciera que las adversidades son más grandes que ella misma. “Aquí arriba nadie puede hacerte daño. Estás a salvo. ¿Qué caso tiene seguir adelante? ¿Qué caso tiene vivir?”, le dice Matt Kowalski, comandante del equipo; aunque en realidad en este punto de la historia se trata más bien la representación del astronauta, tomando el papel de la voz de la razón de Ryan, pues para ese entonces Kowalski ya ha muerto.

Estas palabras son las que llevan a Stone a recorrer ese viaje de renacimiento, por así llamarlo. El perfil de la bióloga es el de una persona alejada y aislada, desmotivada tras la muerte de su hija, pero no en el sentido de deprimida, sino más bien solitaria, posición que elige más bien como una forma de protección, de autoprotección. El silencio del espacio es un eco de su vida, pero, a punto de morir, como única sobreviviente de la misión y agotadas las posibilidades obvias de superar a la catástrofe, es cuando ella por fin se pregunta si desistir es realmente lo que quiere, o lo que elige, si es más fácil darse por vencida, si es más fácil aislarse, que afrontar los problemas.

Lo importante no es sólo creer en sí misma, es creer en que se puede salir delante e intentarlo, es convertir el imposible en posible. ¿Cómo? Dejando atrás ataduras, que la película demuestra de forma incluso literal, por ejemplo, cuando la cápsula de escape de la Estación Espacial Internacional, segunda opción de Stone para encontrar una nave que la lleve de vuelta a Tierra o hacia otra estación espacial con una cápsula de evacuación extra, queda atorada a la estación al quedarse enredada en los lazos de un paracaídas.

Y como aquel, la película se llena de muchos otros elementos simbólicos sobre la vida y la muerte, el renacer y el pelear, en este caso incluso con uno mismo, aquello sí, metafóricamente hablando. La decisión es un proceso de razonamiento interno, si bien determinado por aquellos obstáculos del exterior.

Ryan no sólo debe lidiar con su inexperiencia en el espacio, la soledad y la mala fortuna, además, hay literalmente una serie de escombros que golpean su viaje y que regresan a amenazarla con golpearla cada noventa minutos, material de desecho que, de paso, va destruyendo las naves y estaciones espaciales en las que la bióloga puede encontrar refugio, por ello, sólo temporal.

La adversidad constante debilita su fuerza de voluntad, su deseo de luchar, su cuerpo e incluso su espíritu por igual. Al final, no es una máquina la que la salvará, no es alguien más, humano o ser divino lo que la sacará de los problemas. La única que puede hacerlo es ella misma. Y ese es el viaje que demuestra la película con su desarrollo y trama, la fuerza del ser, cómo sobrevive y evoluciona, crece, madura, piensa, existe y trasciende, no sólo porque tiene la capacidad para hacerlo, sino porque así lo elige. La fuerza de voluntad como factor humano que construye nuestro destino, personal y comunitario.

“La vida en el espacio es imposible”, lee el texto al inicio de la película. De esta forma, la protagonista debe no sólo lograr sobrevivir el tiempo necesario orbitando el planeta, sino que, además y después de esto, debe regresar a la Tierra. La vida, como concepto, encuentra siempre su camino; el hombre, como tal, como forma de vida, también.

Ficha técnica: Gravedad - Gravity

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